Mensaje del 3 de marzo de 1979
Primer Sábado de mes
Cuarto signo: la persecución.
«Permaneced todos en el refugio de mi Corazón Inmaculado y encontraréis vuestra paz y la serenidad interior. Hijos míos predilectos, se ha desencadenado ya la tempestad anunciada por Mí en Fátima para la purificación de la Iglesia y de todo el mundo. Esta es la hora de la misericordia del Padre, que a través del amor del Corazón divino del Hijo, se manifiesta en el momento en que el sufrimiento se hace más intenso para todos. La cuarta señal, que os indica que ha llegado para la Iglesia el período culminante de su dolorosa purificación, es la persecución. La Iglesia, en efecto, es perseguida de varias maneras. Es perseguida por el mundo en el cual vive y camina indicando a todos la senda de la salvación. Son los verdaderos enemigos de Dios, son aquellos que conscientemente se han levantado contra Dios para llevar a toda la humanidad a vivir sin El, los que sin descanso persiguen a la Iglesia. A veces se la persigue de manera abierta y violenta, se le despoja de todo y se le impide anunciar el Evangelio de Jesús. Pero en estos tiempos se somete con frecuencia a la Iglesia a una prueba mayor: se la persigue de manera solapada e indolora, sustrayéndole poco a poco el oxígeno que necesita para vivir. Se trata de llevarla al compromiso con el espíritu del mundo, que de este modo penetra en su interior y condiciona y paraliza su vitalidad. La colaboración se ha convertido a menudo en la forma más engañosa de la persecución: la ostentosa manifestación de respeto hacia Ella ha llegado a ser la manera más segura de herirla. Se ha logrado descubrir la nueva técnica de hacerla morir sin clamor y sin derramamiento de sangre. La Iglesia es perseguida también en su interior; sobre todo por aquellos hijos suyos que han llegado a un compromiso con su Adversario. Este ha logrado seducir a algunos de sus mismos Pastores. También entre ellos existen los que colaboran a sabiendas en este designio de interior y escondida persecución de mi Iglesia. Mis hijos predilectos están llamados a la prueba de sentirse a veces obstaculizados, marginados y perseguidos por algunos de sus mismos compañeros, mientras los que son infieles gozan de ancho y fácil espacio para su acción. Se preparan también para vosotros, hijos predilectos, las mismas horas de sufrimiento que ha vivido mi Hijo Jesús: las horas de Getsemaní, en que sentía la interior agonía de verse abandonado, traicionado y renegado por los suyos… Si éste es el camino recorrido por el Maestro, es también el camino que ahora debéis recorrer vosotros, sus fieles discípulos, mientras se hará más dolorosa la purificación para toda la Iglesia. Tened confianza, hijos predilectos, apóstoles de mi Corazón Inmaculado. Ninguna prueba contribuirá tanto a la completa renovación de la Iglesia como ésta de su persecución interior. De hecho, de este sufrimiento saldrá más pura, más humilde, más iluminada, mas fuerte. Vosotros debéis disponeros a sufrir tanto más cuanto más se acerque el momento conclusivo de la purificación. Por esto he querido prepararos un refugio seguro. En mi Corazón Inmaculado seréis consolados y formados en la virtud de la fortaleza, mientras sentiréis cada vez más cerca de vosotros la presencia de vuestra Madre Celestial. Ella acogerá cada uno de vuestros dolores, como bajo la Cruz acogió los de Jesús, porque también ahora debe cumplir para la Iglesia su maternal función de corredentora, y reconducir al Padre a todos los hijos que se han descarriado.»