Mensaje del 29 de julio de 1979
Vuestra respuesta.
«Hijos predilectos, en todo momento os miro con ojos maternales, porque deseo de todos vosotros una respuesta cada vez más perfecta a los deseos que os he manifestado ya de tantas maneras. Sólo así podéis estar listos para mi gran designio de amor. Sólo así os podré utilizar para la batalla que ha comenzado. Sólo así podéis realmente formar parte de mi ejército del que soy Reina y Capitana. Para que mi designio se cumpla, Yo debo poder contar con la respuesta de cada uno de vosotros. Que vuestra respuesta sea generosa, duradera y sin reservas. Debéis corresponder al gran don que os he concedido, dejándoos nutrir, formar y conducir dócilmente por Mí. Responded a mi urgente invitación a ser Sacerdotes de oración, orientando toda vuestra acción a dar a las almas la luz de la Vida divina, de la que vosotros sois los ministros y los dispensadores. Toda vuestra oración sacerdotal sea hecha Conmigo, sobre el altar de mi Corazón Inmaculado. Responded a mi maternal invitación a sufrir. Es así como Yo os hago cada vez más semejantes a mi Hijo crucificado para c oo-perar personalmente a su obra de redención. Con vuestro sufrimiento, hijos míos predilectos, puedo intervenir para ahorrar muchos sufrimientos a tantos de mis pobres hijos descarriados. Responded a mi invitación a caminar hacia la santidad, a la que quiero conduciros a todos, porque sólo así podréis ser los Apóstoles de mi Corazón Inmaculado, llamados a iluminar la tierra con la luz de Cristo que debe resplandecer en vuestra persona, en vuestra vida y en toda vuestra acción apostólica. Es así, hijos predilectos, como podrá ser renovada tda la Iglesia. Entonces por medio de vosotros, podrá cumplirse mi gran designio de amor para el triunfo de mi Corazón Inmaculado, que es el triunfo del amor misericordioso de Dios sobre el mundo. De vuestra respuesta depende que Yo pueda contar con vosotros en la gran batalla contra Satanás y su poderoso ejército, que ya ha comenzado. Os he dicho que cada uno de vosotros tiene su puesto, preparado por Mí, un puesto único e insustituible. No me preguntéis cuál es vuestro puesto, cómo os utilizo, a dónde os conduzco, porque cada uno tiene asignado ya por mi amor maternal su propia parte a cumplir. En el silencio y en la humildad debe cada uno cumplir su parte a la perfección. Por tanto, debéis confiaros a Mí con extrema confianza, debéis creer en Mí, debéis dejaros guiar por Mí con docilidad y filial abandono, sin dejaros paralizar por las dudas, por la incredulidad de los que os rodean o por vuestros mismos deseos, a veces inmoderados, o por vuestra curiosidad que os empuja a querer conocer lo que no debéis saber todavía. Soy vuestra Reina y Celestial Capitana y os reúno en mis filas, mientras os revisto con mi misma fuerza invencible y terrible contra mis enemigos. Por tanto debéis obedecer mis órdenes. Pero hay algunos que siguen inciertos e inseguros, se detienen para pedir seguridades y alientos: así su respuesta no es pronta ni completa. Esta es ya para vosotros la hora de la seguridad, porque ha llegado el tiempo de pasar al combate. Dentro de poco cada uno de vosotros comprenderá la gran misión a que ha sido destinado por la particular predilección de mi Corazón Inmaculado. Por ahora, hijos predilectos, os pido a cada uno de vosotros una respuesta sin reservas para que se pueda cumplir mi gran designio de amor y vuestra batalla pueda desarrollarse según mis órdenes.»