Mensaje del 24 de diciembre de 1979
Noche Santa
¡Cuánta luz!
«Es la Noche Santa, Hijos predilectos, disponeos junto a Mí para acoger a mi divino Niño. ¡Hay tanta noche alrededor…! Y no obstante, una luz cada vez más fuerte se enciende dentro de la Gruta. Ahora, parece un trasunto del Cielo, mientras la Madre está absorta en profunda oración. ¡Cuánta Luz desciende del seno del Padre al seno virginal de la Madre, que se abre a su don a la vida! Y mientras esta Luz divina lo envuelve todo, Yo soy la primera en contemplar su Cuerpo: sus ojos, sus mejillas, sus labios, su rostro, sus brazos, sus manos; siento su corazoncito que apenas ha comenzado a latir. Cada latido es un don de amor que ya jamás se extinguirá. ¡Hay tanto hielo en derredor!: El rigor del frío y el hielo de todos los que nos han cerrado las puertas. Pero aquí dentro de la Gruta, hay un dulce y agradable calor. Es el abrigo que nos ofrece este pobre lugar; es el calor de las cosas pequeñas; es la ayuda que nos da un poco de heno, un pesebre que se presta a hacer de cuna… Ningún lugar es tan cálido en estos momentos, como esta heladísima Gruta. Y la Madre se inclina feliz sobre su Hijo, que el Padre os ha dado; sobre su Flor, que finalmente ha brotado,sobre su Cielo abierto ya para siempre, sobre su Dios, que por tanto tiempo ha sido esperado. Y mis lágrimas se unen a mis besos, mientras contemplo extasiadaen el Hijo a mi Dios, que ha nacido de Mí en esta Noche Santa. ¡Hay tanta noche aún en el mundo!… Hay tanto hielo que congela los corazones y las almas!… Pero la Luz ha vencido ya a las tinieblas, y el Amor ha derrotado ya para siempre al odio. Hijos míos predilectos, en esta Noche Santa, velad en oración. Estad prontos en mi Corazón Inmaculado. Está ya cercano su glorioso retomo. Y una nueva Luz y un gran Fuego renovarán este mundo.»