Mensaje del 22 de agosto de 1979
Fiesta de María Reina
Fieles, prontos y obedientes.
«Soy vuestra Reina. Os llamo, hijos predilectos, a ser todos mis súbditos fieles, prontos y obedientes. Sois fieles si observáis siempre cuanto os pido, si escucháis mi voz, si os dejáis conducir por Mí con docilidad. Vuestra fidelidad debe crecer cada día en la perfecta fidelidad a los deberes de vuestro estado. En esto debéis dar buen ejemplo a todos. Quien me es fiel hace de su vida un espejo en el que Yo puedo reflejar mi imagen, y difunde a su alrededor el perfume de todas mis virtudes. Quien es fiel avanza con confianza y abandono por el camino que os he trazado, sin mirar a criatura alguna, sin esperar aprobaciones humanas, sin buscar apoyos o alientos, sino entrando más y más en lo íntimo de mi Corazón Inmaculado; dejándose guiar por Mi camino de la Cruz hasta llegar a la cima del Calvario. Por el modo con que sepáis sufrir, callar y ofrecer, se podrá medir el grado de vuestra fidelidad que deseo llevar hasta el heroísmo. Estáis prontos si ponéis en práctica enseguida y sin perplejidad mis órdenes. En estos años os he trazado el camino por el que debéis andar: ¿por qué no lo recorréis con seguridad y confianza?, ¿por qué algunos de vosotros aún se detienen inciertos e inseguros? Mi Adversario logra deteneros con las dudas y os paraliza con la desconfianza. Ya os he revelado mi plan de batalla, mientras os he formado y os he conducido de la mano para prepararos al gran combate que os espera. Estáis listos si usáis las armas que os he dado: la oración, vuestra oración sacerdotal, el rezo frecuente del Santo Rosario, y el sufrimiento, vuestra inmolación sacerdotal. Ahora debéis estar listos a las órdenes de vuestra Reina, porque estáis a punto de entrar en el período más doloroso y decisivo. Dentro de poco todo se podría precipitar. Seréis llamados a vivir momentos graves, siguiendo a Aquel que Dios ha puesto a la cabeza de mi ejército, el Vicario de mi Hijo Jesús, que con toda fortaleza y coraje avanza hacia su perfecta inmolación, a quien desde hace tiempo lo he preparado, dispuesto a dar por Mí y por vosotros su propia vida. Sois obedientes si dais a todos el testimonio de una perfecta docilidad a las normas que la Iglesia prescribe para los Sacerdotes. Ésta es vuestra divisa y con ella os quiero revestir a todos para volveros invulnerables en el combate: vuestra silenciosa, humilde, perfecto obediencia. Obedientes al Papa, a los Obispos unidos a Él, y a las normas que regulan vuestra vida sacerdotal. Os quiero disciplinados en todo, hasta en las cosas más pequeñas. Decid siempre y con prontitud vuestro “sí” al Padre, que os llama a seguir a su Hijo Jesús que se hizo por vosotros ejemplo perfecto de obediencia hasta la muerte de cruz. Si todos sois fieles, prontos y obedientes, podré reinar verdaderamente en cada uno de vosotros. A través de vosotros también podré reinar en todo el mundo, preparando el camino por el que Cristo Rey está por llegar para instaurar por medio de vosotros su Glorioso Reino de Amor.»