Mensaje del 21 de noviembre de 1979
Presentación de María en el Templo
En el templo de mi Corazón.
«Hijos predilectos, mirad a vuestra Madre Celeste en el momentó de ser conducida al Templó para ofrecerse al perfecto servicio del Señor. Si bien desde mi concepción, fui ya preparada a la sublime misión que me había sido confiada, no obstante me fue necesario también a Mí, un período de silencio y de oración más intensa. En el Templo mi alma se abría a la luz del Espíritu, que me llevaba al amor y a la comprensión de su Palabra. Así interiormente era introducida a la participación de los más arcanos misterios, mientras me aparecía cada vez más claro el verdadero sentido de la divina Escritura. En el Templo mi cuerpo se ofrecía en acto de perenne holocausto al servicio de Dios, que Yo cumplía en la oración y en la alegría de ejecutar, con perfección, las humildes tareas que se me habían confiado. En el Templo mi Corazón se abría a un acto de puro e incesante amor hacia el Señor, mientras el desapego del mundo y de las criaturas me preparaba cada día más para decir mi perfecto “sí” a su divino Querer. Sacerdotes que Yo amo con predilección, entrad hoy también vosotros en el Templo de mi Corazón Inmaculado. Ahora que ha llegado mi tiempo, es necesario también para vosotros un período de recogimiento más intenso y de ferviente oración, que os prepare al cumplimiento de vuestra importante misión. En el templo de mi Corazón, vuestra alma será colmada de la Sabiduría divina, que ahora os doy con largueza, para que podáis resplandecer cada vez más y difundir luz en estos días de oscuridad. Ayudaréis, de este modo, a muchos de mis pobres hijos descarriados a volver a los brazos de la Madre. En el Templo de mi Corazón se purificará vuestro cuerpo a través del fuego de innumerables pruebas, de modo que pueda conformarse en todo al de mi Hijo y hermano vuestro: Jesús. Jesús quiere revivir en vosotros para realizar hoy el designio de su Amor misericordioso, y preparar la venida de su Reino de Gloria. Por esto asimila vuestro cuerpo mortal a su Cuerpo glorioso, para que así vosotros en Él podáis participar cada vez más de su gloria; y Él en vosotros pueda compartir vuestro sufrimiento por vuestra humana fragilidad. Jesús a través de vosotros vuelve aún a obrar, a trabajar, a amar, a sufrir, a inmolarse por la salvación de todos. En el templo de mi Corazón Inmaculado será purificado vuestro corazón, para ser formado por Mí en el puro e incesante acto de amor hacia el Señor. Os conduzco por el camino del perfecto amor, para que también podáis seguir a vuestra Madre cuando dice su “sí” al divino Querer. Por esto debéis entrar en el templo de mi Corazón. Tenéis necesidad de silencio y de oración, de desapego y renuncia. Así se os revelará el designio de Dios sobre vosotros y estaréis libres y dispuestos para cumplirlo hasta el final. Sólo de este modo podréis cumplir la gran misión que os he confiado. ¡Valor, mis pequeños hijos! Ahora mi tiempo ha llegado. Por esto, hoy en el templo de mi Corazón, quiero ofreceros a todos a la Santísima Trinidad en acto de suprema reparación y materna imploración.»