Mensaje del 11 de febrero de 1979
Aniversario de la Aparición de Lourdes
Tercer signo: la división.
«Soy vuestra Madre Inmaculada. Me aparecí en la tierra, en la pobre gruta de Massabielle, para indicaros la senda por la que debéis caminar en estos momentos difíciles. Es mi mismo camino: el de la pureza, el de la gracia, el de la oración y el de la penitencia. Es el camino que ya os ha indicado mi Hijo Jesús para conduciros a todos al Padre en su Espíritu de Amor. Tenéis en vosotros a su mismo Espíritu que os hace llamar a Dios: Padre, porque os ha hecho partícipes de su naturaleza divina. Caminad por la senda del Amor. Dad cabida en vosotros al Espíritu de Amor que os lleva en la vida a estar siempre más unidos. Amaos los unos a los otros como Jesús os ha amado y llegaréis a ser verdaderamente una sola cosa. La unidad es la perfección del amor. Por esto Jesús ha querido que su Iglesia fuese una, para hacer de ella el sacramento del Amor de Dios a los hombres. Hoy mi Corazón Inmaculado tiembla, está angustiado al ver a la Iglesia interiormente dividida. Esta división, que ha penetrado en el interior de la Iglesia, es el tercer signo que os indica con seguridad que para ella ha llegado el momento conclusivo de la dolorosa purificación. Si en el curso de los siglos, la Iglesia ha sido lacerada muchas veces por divisiones que han llevado a muchos hijos míos a separarse de ella, Yo, sin embrago, le he obtenido de Jesús el singular privilegio de su unidad interior. Pero en estos tiempos mi Adversario con su humo ha logrado incluso oscurecer la luz de esta divina prerrogativa suya. La interior división se manifiesta entre los mismos fieles, que se enzarzan con frecuencia los unos contra los otros con la inteción de defender y de anunciar mejor la verdad. Así la verdad es traicionada por ellos mismos, porque el Evangelio de mi Hijo no puede estar dividido. Esta división interior lleva, a veces, a enfrentarse a Sacerdotes contra Sacerdotes, Obispos contra Obispos, Cardenales contra Cardenales, porque nunca como en los tiempos actuales, Satanás ha logrado introducirse en medio de ellos, lacerando el sagrado vínculo del mutuo y recíproco amor. La interior división se manifiesta también en el modo con que se tiende a dejar solo, casi en el abandono, al mismo Vicario de Jesús, al Papa, que es el hijo particularmente amado e iluminado por Mí. Mi Corazón de Madre es herido cuando ve cómo frecuentemente el silencio y el vacío de mis hijos rodean la palabra y la acción del Santo Padre, mientras es atacado y obstaculizado cada vez más por sus adversarios. A causa de esta división interior su mismo ministerio no está lo suficientemente sostenido y propagado por toda la Iglesia, que Jesús ha querido unida en tomo al Sucesor de Pedro. Mi Corazón maternal sufre cuando ve que incluso algunos Pastores rehúsan dejarse guiar por su palabra luminosa y segura. El primer modo de separarse del Papa es el de la rebelión abierta. Pero hay también otro modo más encubierto y más peligroso. Es proclamarse exteriormente unidos a El, pero disintiendo interiormente de El, dejando caer en el vacío su magisterio y haciendo, en la práctica, lo contrario de cuanto Él indica. ;Oh Iglesia, místico cuerpo de mi Jesús, en tu doloroso camino hacia el Calvario has llegado a la undécima estación y te ves desgarrada y lacerada en tus miembros crucificados! ¿Qué debéis hacer, hijos míos, apóstoles de mi Corazón Inmaculado y Dolorido? Debéis ser simiente escondida, prontos a morir también, por la unidad interior déla Iglesia. Por esto, día a día, os conduzco al mayoramor y fidelidad al Papa y a la Iglesia al Él unida. Por esto hoy os hago partícipes de las ansias de mi Corazón materno: por esto os formo en el heroísmo de la santidad y os llevo Conmigo al Calvario. También por medio de vosotros podré hacer salir a la Iglesia de su dolorosa purificación, a fin de que en Ella pueda manifestarse al mundo todo el esplendor de su renovada unidad.»