Mensaje del 5 de agosto de 1978
Primer sábado de mes. Fiesta de Ntra. Sra. de las Nieves
En el Corazón de la Iglesia.
«Hijos míos predilectos, mirad con mis ojos y veréis cómo la Iglesia se está renovando interiormente bajo la potente acción del Espíritu de Dios. Esto todavía no aparece externamente, porque es mucho el hielo que la cubre y está invadida por una gran oscuridad. Está viviendo ahora los momentos más dolorosos de su purificación. Asistida y sostenida por su Madre, la Iglesia está subiendo el duro recorrido hacia el Calvario, adonde deberá todavía ser crucificada e inmolada para el bien de muchos hijos míos. Pero, entrad Conmigo en el corazón de la Iglesia. Aquí el triunfo de mi Corazón ha acaecido ya. Ha acaecido en la persona y en la vida del Santo Padre, que es conducido por Mí a un alto vértice de santidad en su cotidiana inmolación, que lo llevará hacia un auténtico martirio. Ha acaecido en la vida de mis hijos predilectos que se han consagrado a mi Corazón Inmaculado. Su número se hace cada día mayor. Ved: en ellos crece la luz, el amor, la fidelidad, la santidad, el heroico testimonio del Evangelio. Aun en su pequeñez, refulge en ellos mi esplendor. Conducidos y formados por Mí, serán los nuevos apóstoles para la renovación de toda la Iglesia. Están en el Corazón de la Iglesia y en el de vuestra Madre Celeste. Este triunfo se ha logrado en la vida de muchos consagrados que, atraídos por mi dulce y fuerte acción, han vuelto a vivir con generosidad su vocación religiosa, siguiendo e imitando a Jesús casto, pobre y obediente hasta la muerte de Cruz. Ha acaecido en el alma y en la vida de muchos fieles, que han respondido con ejemplar entusiasmo a la invitación de vuestra Madre, y ahora sirven de buen ejemplo para todos. En todos estos hijos míos el triunfo de mi Corazón Inmaculado se está ya realizando: forman, por esto, como el corazón de la Iglesia renovada. Por medio de ellos mi acción ha comenzado y es poco el tiempo que falta para mi completa victoria, porque cuando esta vida se haya difundido desde el Corazón a todas partes de su organismo, entonces toda la Iglesia volverá a florecer. Bajo la acción poderosa del Espíritu de Dios, su terreno germinará con nuevos brotes, y la Iglesia brillará con un esplendor como jamás lo ha tenido. Ella misma se volverá Luz para todas las naciones de la tierra, que se orientarán hacia Ella para la mayor gloria de Dios.»