Mensaje del 3 de marzo de 1978
Primer sábado de mes
Seréis consolados.
«Hijos predilectos, mirad a vuestra Madre Celeste. Entrad en el refugio que su amor os ha preparado. Reposad en mi Corazón Inmaculado. ¡Que fatigoso es el trabajo que tenéis que realizar! Avanzáis por un camino que, día a día, se hace más áspero y difícil. Sentís con frecuencia la tentación de deteneros a causa del cansancio, de la aridez, de los obstáculos que encontráis. No os detengáis jamás; dejaos conducir siempre por la mano de vuestra Madre Celeste. Ahora estáis recorriendo la difícil senda de la purificación. ¿Se alargará mucho? ¿Cuándo acabará? ¿Deberemos sufrir mucho? ¿Cuál es la suerte que le aguarda a cada uno y quién llegará a la meta? Éstas son las preguntas que os hacéis frecuentemente. Sí, hijos, os espera aún por recorrer la etapa más dolorosa y se necesita todavía tiempo para que todo se cumpla. Para que no os canséis, refugiaos en mi Corazón Inmaculado. Es el jardín que la Trinidad ha creado para Sí misma y para vosotros. Para Sí misma, porque en él se refleja su Luz purísima y es el lugar de la mayor glorificación de Dios. Para vosotros, porque tenéis necesidad de este jardín delicioso, sobre todo en los momentos que estáis viviendo. Tenéis necesidad de él: — Para vuestro reposo. Hijos predilectos, entrad en este lugar de reposo. Yo misma vendaré vuestras heridas, repararé vuestros deteriorados vestidos, prepararé el alimento que os restaura, os ayudaré a crecer robustos. — Para vuestro consuelo. Sois mis hijos más pequeños, que estoy ahora reuniendo de todas partes del mundo y que, con gran generosidad, estáis respondiendo a mi llamamiento, al sufrimiento y a la Cruz. No os entristezcáis si vuestro sufrimiento ha de ser aún mayor: entre mis brazos, en mi Corazón Inmaculado, seréis consolados. Y Yo misma os concederé lo que otros no podrán comprender ni gustar. — Para vuestra inmolación. Creced cada día según mi designio maternal, mientras os colmo de ternuras y os embellezco con mis mismas virtudes. Mi obra es silenciosa y escondida; pero os transforma interiormente y atrae sobre vosotros la complacencia del Señor. Cuando estéis preparados, entonces os tomaré para llevaros a adornar el Jardín de Dios con los Angeles y con los Santos. ¡A cuántos de vosotros he traído ya aquí arriba, al Paraíso, y forman ahora la más bella corona de gloria en torno a mi Corazón Inmaculado! (…).»