Mensaje del 28 de julio de 1978 en Czestochowa (Polonia)
Una señal para todos.
«Te he traído a esta Nación, que ha sido varias veces consagrada a mi Corazón Inmaculado y de la que he sido proclamada oficialmente Reina. Desde este Santuario mío, velo sobre ella, la protejo, la consuelo, la fortalezco y la defiendo. Ha llegado a ser propiedad mía, porque se me ha confiado con la consagración de cada uno a mi Corazón Inmaculado. Sus hijos son conscientes de ello, porque la renuevan con frecuencia y la viven. ¡Fíjate cómo aquí la Iglesia está viva y floreciente, por más que durante tantos años y de tantas maneras haya sido perseguida! Los seminarios no tienen suficientes plazas para acoger a todos los jóvenes que desean hacerse sacerdotes; las Iglesias están repletas de fieles; los Sacerdotes visten el hábito eclesiástico. El centro de toda la oración es Jesús Eucaristía, que es honrado, amado y expuesto a la pública adoración. Cuanto sucede en esta nación es un signo para toda la Iglesia. Si se hubiese acogido la invitación que hice en Fátima de consagrarse todos a mi Corazón Inmaculado, hubiera sucedido como aquí en todas las partes del mundo. Yo habría obtenido para el mundo la paz, y para la Iglesia su mayor santificación. Por el contrario, el mundo se encuentra inmerso en el desierto del odio y de la violencia, y la Iglesia vive un período de gran desolación. Pero, hijos predilectos, ¡ésta es mi hora! A través de vosotros, mis Sacerdotes, llamo ahora a todos a consagrarse a mi Corazón Inmaculado. De este modo dad a vuestra Madre Celeste la posibilidad de intervenir para llevar a la Iglesia a su mayor esplendor y preparar el mundo a la venida del Reino de mi Hijo Jesús.»