Mensaje del 25 de noviembre de 1978 en Fátima
Vigilia de la fiesta de Cristo Rey
Mi acción materna.
«Hijos predilectos, en todo momento dejaos conducir por Mí y secundad siempre los deseos de mi Corazón Inmaculado. En el silencio y en lo escondido vuestra Madre Celeste está ahora realizando su gran designio de amor. Ésta es la hora de mi batalla. Con vosotros he comenzado ya a atacar a mi Adversario precisamente allí donde parece haber obtenido momentáneamente la victoria. Donde Satanás ha demolido, Yo construyo. Donde Satanás ha herido, Yo curo. Donde Satanás ha vencido, Yo obtengo ahora mi mayor triunfo. En esto se hace visible a todos mi acción maternal. Soy Madre, y mi acción parte de lo profundo de mi Corazón Inmaculado para ayudar a todos los hijos que se encuentran ahora en grandes dificultades. Sobre todo mi amor quiere manifestarse de manera extraordinaria hacia aquellos que se han descarriado y corren el grave peligro de perderse eternamente. En mi acción maternal resplandece todo el amor de Dios, que quiere derramar sobre el mundo los ríos de su amor misericordioso. Han llegado los tiempos en que el desierto del mundo será renovado por el amor misericordioso del Padre, que en el Espíritu Santo quiere atraer a todos al Corazón divino del Hijo, para que finalmente pueda resplandecer en el mundo su Reino de verdad y de gracia, de amor, de justicia y de paz. La Iglesia y el mundo podrán así alcanzar un esplendor que hasta ahora no han conocido. Y para que pueda más patentemente resplandecer su misericordia, Dios ha confiado la preparación de esta renovación a mi acción maternal. Quiero que los tiempos se abrevien porque muchas almas cada día se pierden eternamente. Cuántas almas van al infierno…, porque ya no se ora, porque el pecado se propaga y ya no se repara, porque se sigue el error con toda facilidad. Puedo abreviar los tiempos de la gran purificación a través de vosotros, apóstoles de luz de mi Corazón Inmaculado (…).»