Mensaje del 24 de diciembre de 1978
Noche Santa
Su segunda venida.
«Os reúno Conmigo, junto al pobre pesebre, en espera de depositar en él a mi Niño recién nacido, hijos míos predilectos. Es la Noche Santa. La pasáis en oración, en el recogimiento. La pasáis Conmigo. En esta Noche las tinieblas lo envuelven todo y el silencio ha acallado ya toda voz, cuando de improviso desciende del Cielo una nueva luz y las voces festivas de los Angeles recorren los desiertos caminos del mundo. El desierto del mundo se abre para acoger a su Dios que nace de Mí a su humana existencia. Semejante a la primera será su segunda venida, hijos predilectos. Como fue su nacimiento en esta Noche, será el retomo de Jesús en su gloria, antes de su postrera venida para el Juicio Final, cuya hora está, no obstante, todavía escondida en los secretos del Padre. El mundo se hallará envuelto enteramente en las tinieblas de la negación de Dios, de su obstinado rechazo, de la rebelión a su Ley de amor. Los caminos del mundo se habrán quedado desiertos por la frialdad del odio. Así, casi nadie estará dispuesto a recibirle. Los grandes del mundo ni siquiera se acordarán de El; los ricos le cerrarán la puerta, mientras que los suyos estarán muy ocupados en buscarse y afirmarse a sí mismos… “¿Cuando venga el Hijo del Hombre encontrará todavía fe sobre la tierra?” Vendrá de improviso, y el mundo no estará preparado para su venida. Vendrá para un juicio, para el cual el hombre no se encontrará preparado. Vendrá para instaurar en el mundo su Reino, una vez haya derrotado y aniquilado a sus enemigos. También en esta segunda venida el Hijo vendrá a vosotros a través de su Madre. Así como el Verbo del Padre se sirvió de mi seno virginal para llegar a vosotros, así también Jesús se servirá de mi Corazón Inmaculado para llegar a reinar entre vosotros. Esta es la hora de mi Corazón Inmaculado porque se está preparando la venida del glorioso Reino de Amor de Jesús. Hijos predilectos, como Yo, preparaos a recibirle. Esta Noche Santa es para vosotros un signo y una gracia. Os reúno junto a su pobre cuna para colmar el gran vacío que la humanidad le ha hecho (…).»