Mensaje del 2 de noviembre de 1978
Conmemoración de todos los fieles difuntos
No os sintáis solos.
«No os sintáis solos. En la batalla, a la que os llamo, participan numerosos hermanos vuestros Sacerdotes que he traído ya aquí arriba al Paraíso. He ahí la suerte que aguarda a mis hijos predilectos: mi Corazón Inmaculado, en torno al cual formarán por toda la eternidad su más bella corona de gloria. No os sintáis solos. A mi ejército pertenecen también los Santos del Cielo y vuestros hermanos que se purifican todavía en el Purgatorio ofreciéndome oración y sufrimiento. Todos aquellos Sacerdotes que durante su vida terrena han respondido a mi invitación, han escuchado mi voz y se han consagrado a mi Corazón, son ahora en el Paraíso luces que resplandecen en tomo a vuestra Madre Inmaculada. Ellos están ahora muy cerca de vosotros: os ayudan a cumplir mis designios, os sostienen con su invisible presencia, os defienden del mal, os protegen contra tantos peligros en medio de los cuales vivís. No os sintáis solos. Con estos hermanos vuestros Sacerdotes están también a vuestro lado los Angeles de luz de vuestra Madre Celeste. Os preparan para vuestro perfecto ofrecimiento, como prepararon mi Corazón Inmaculado Para decir “sí” a la Voluntad del Señor. Os confortan en el momento de vuestra sacerdotal inmolación. También para vosotros, mis pequeños, ha llegado la hora. Por esto, hoy, cielo y tierra se unen, en esta extraordinaria comunión de amor, de oración y de acción, a las órdenes de vuestra Celestial Capitana. El designio de mi Corazón Inmaculado está a punto de cumplirse porque mi Hijo Jesús va a obtener su mayor victoria con la llegada a este mundo de su Reino glorioso.»