Mensaje del 8 de abril de 1977
Viernes Santo
Conmigo junto a la Cruz.
«Hoy, hijos míos predilectos, os llevo Conmigo al Calvario. Conmigo junto a la Cruz de mi Hijo, donde me convertí en vuestra Madre. Aquí os quiero enseñar á amar. No hay amor más grande que el de aquel que da la vida por los que ama. Mirad a mi Hijo Jesús que muere en la Cruz por vosotros. Muere porque da la vida. Da su vida por amor. Mi Corazón de Madre lo siente morir y es traspasado por toda su atroz agonía. Mi amor de Madre se une al Suyo para amaros: hijos, aprended de nosotros a amar siempre de este modo. Aquí os quiero enseñar a sufrir. Mi Hijo Jesús ha venido a ser el Varón de dolores. Ni siquiera tiene aspecto de hombre: aplastado bajo el peso del sufrimiento, herido cruelmente, vilipendiado, humillado. Sufre sin proferir una queja; manso como un corderillo se deja clavar en la Cruz. He aquí el camino al que hoy os llamo: el del Calvario, que ha de ser recorrido por vosotros con docilidad y mansedumbre. No rehuyáis la prueba; no mendiguéis consuelos humanos. Encontraréis siempre el Corazón de la Madre, que os ayudará a decir sí a la voluntad del Padre. Aquí os quiero enseñar a callar. La palabra de mi Hijo se hace silencio en estos últimos momentos. Ahora habla con la vida. Este es el supremo testimonio a la voluntad del Padre. Así de la vida nace todavía su última Palabra: Palabra de perdón para todos y de completo abandono al Padre. Aprended hoy especialmente a callar. Guardad silencio dentro de vosotros para poder escuchar sólo, su divina Palabra. Guardad silencio también a vuestro alrededor: no contestando a las críticas ni a las calumnias de quien no os quiere. No respondáis a los escarnios o a las ofensas de quien os persigue. No juzguéis a nadie. En los momentos que os esperan debéis siempre guardar silencio. Hablaréis con la vida. Y de la vida nacerá también para vosotros, sobre la cruz, la palabra de amor para todos y de total abandono a la voluntad del Padre.»