Mensaje del 6 de agosto de 1977
Primer sábado de mes
Mi propiedad.
«Si permanecéis en el jardín de mi Corazón Inmaculado, sois míos. Nadie entonces podrá arrebataros de Mí, porque Yo misma seré vuestra defensora; debéis sentiros seguros. No temáis, por tanto, ni a Satanás, ni al mundo, ni a la fragilidad de vuestra propia naturaleza. Sentiréis, eso sí, la seducción y la tentación, que el Señor permite como prueba, y que a la vez os da la medida de vuestra debilidad. Pero os defenderé del Maligno, que de ningún modo puede hacer daño a los que me pertenecen. Después suavemente os iré cultivando a cada uno de vosotros hasta convertiros en un jardín en el que, como el mío, pueda reflejarse el divino esplendor de la Trinidad. Os formo con solicitud de Madre. Con mi misma mano arranco de vosotros todo aquello que, de algún modo, pueda desagradar al Señor. El Espíritu que me reviste es como fuego, que quema todo en vosotros y no deja ni una sombra que pueda oscurecer aquella hermosura a la que quiere llevaros vuestra Madre Celestial. Quiero convertiros en purísima trasparencia de Dios. Después os fortalezco en aquellas virtudes, que son como raíces de las que depende toda posibilidad de crecimiento espiritual: la fe, la esperanza y la caridad. Junto a éstas, os doy como ornamento todas las demás virtudes, que han embellecido a vuestra Madre del Cielo delante de Dios. Y sobre vosotros, en la medida que os abráis a la luz de Dios, voy derramando el bálsamo de mi perfume: la humildad, la confianza, el abandono. Así vais creciendo como flores cultivadas por Mí en mi jardín, porque recibís la belleza y el perfume de vuestra Madre. Entonces, acompañada de los Angeles y de los Santos del Paraíso, y con la oración de las Animas del Purgatorio, me presentaré cada día ante el trono de Dios para ofrecerle ramilletes cada vez mayores de las flores de mi jardín. Cuando seáis así, toda la Iglesia se convertirá en mi jardín, en el que la Divina Trinidad se reflejará complacida. El Padre se alegrará al ver en ella el plan de su creación perfectamente realizado. El Hijo habitará con vosotros, a quienes el Reino del Padre ya ha llegado. El Espíritu Santo será la vida misma en un mundo consagrado de nuevo a la gloria de Dios. Éste será el triunfo de mi Inmaculado Corazón.»