Mensaje del 14 de julio de 1977 en Eremitorio de Montegiove
Unidos en el amor.
«Estáis aquí, hijos predilectos, en este monte Conmigo en oración. Es un continuado Cenáculo, como el de Jerusalén después del retomo de mi Hijo Jesús al Padre. Aquí también estoy Yo siempre con vosotros. Lo estoy unida en la oración para enseñaros a orar bien, para animaros a pedir sin interrupción por todos mis pobres hijos extraviados, pero no definitivamente perdidos. Los salvaré por vuestro medio; por eso necesito de vuestra oración. Estoy aquí para ayudaros a que os améis cada día más. Soy la Madre que enciende en vosotros el deseo de conoceros, que os impulsa a amaros, que os invita a estar unidos y que cada día va haciendo más fuerte la unión entre vosotros. Estoy aquí para formaros en la vida de unión Conmigo. Ya que por vuestra consagración me pertenecéis, ahora puedo realmente vivir y manifestarme en vosotros, especialmente cuando habláis como Sacerdotes a mis hijos. El Espíritu Santo es quien os sugiere todo; pero es la Madre la que da palabra y forma a cuanto el Espíritu Santo os mueve a decir para que llegue al corazón y al alma de los que os escuchan, en sintonía con su capacidad de recepción y sus necesidades espirituales. Ahora estáis aquí Conmigo y os miro con amor maternal. Tengo verdaderamente grandes designios sobre vosotros. Os confío a todos mis hijos Sacerdotes. Ayudadme a hacerles progresar en esta vida con vuestra oración, con vuestra acción generosa y apostólica, con vuestros sufrimientos, que cada día serán mayores. Reunidlos en Cenáculos de unión y vida Conmigo; ellos os esperan como espera gimiendo la tierra reseca una gota de rocío. Caminad unidos en el amor, llevados de la mano de vuestra Madre Celeste, a la que sentiréis, al bajar de este monte, de manera más fuerte y cercana a vosotros. Hoy os encierro en mi Corazón Inmaculado y os bendigo uno a uno.»