Mensaje del 11 de febrero de 1977
Fiesta de la Virgen de Lourdes
Puros de mente, de corazón y de cuerpo.
«Mirad, hijos predilectos, a vuestra Madre del Cielo, que se aparece en la tierra, en la pobre gruta de Massabielle. Debéis mirar más a vuestra Madre Inmaculada. Debéis creer con más firmeza en esta aparición mía. Vengo del Cielo para indicaros el camino que habéis de seguir: el de la oración y la penitencia. También vengo del Cielo a daros, hijos míos enfermos, el remedio que necesitáis para sanaros: id a lavaros a la fuente. Lavaos en la fuente de aguas vivas que mana del Corazón traspasado de mi Hijo Jesús y que la Iglesia sigue ofreciéndoos con sus sacramentos, en especial con el de la reconciliación. Lavaos con frecuencia en esta fuente porque la necesitáis para purificaros del pecado y cicatrizar las heridas que el mal deja en vuestra existencia. Lavaos en esa fuente para ser cada vez más puros. Vuestra Madre Inmaculada, hijos predilectos, os cubre con su manto de Cielo y suavemente os ayuda a vivir la virtud de la pureza. Os quiero puros de mente, de corazón, de cuerpo. Debéis ante todo ser puros de mente. Con el pensamiento debéis tratar de hacer la sola voluntad del Señor. Vuestra inteligencia ha de estar toda ella abierta a recibir su Luz. No la manchéis con el apego a vuestro modo de pensar, modo como piensa hoy la mayor parte de los hombres. No ofusquéis la verdad con el error. Mi Adversario, hoy más que nunca, os seduce con el orgullo para corromper la pureza de vuestra mente, que es lo único que os permite recibir con humildad la Palabra de Dios y vivirla. 11 de febrero de 1977 F iesta d e la Virgen de L ourdes Luego, a través de la corrupción, que se extiende sin cesar, y de la inmoralidad, que no cesa de propagarse y ensalzarse por doquier, trata de corromper vuestra castidad de pensamiento. Cerrad a este mal los ojos del cuerpo y se abrirá vuestra alma para recibir mi purísima Luz. Sólo quien es casto de mente puede aún mantenerse íntegro y fuerte en la fe. Caminad así por los caminos de este mundo corrompido: para difundir sólo mi luz de Cielo y daréis el buen ejemplo de permanecer firmes en las verdades de la Fe, a tantos que son presa del error. Os quiero puros de Corazón para ser de verdad capaces de amar. Vuestro amor debe ser sobrenatural y divino. Todo apego desordenado a vosotros mismos o a las criaturas mancha vuestra pureza interior. Amad a mi Hijo Jesús y a todas las almas por su amor. ¿Se puede amar al prójimo y no amar a Dios? Esta tendencia tan falsa está hoy muy extendida, aun entre muchos de mis hijos: tratar de amar al prójimo dejando de lado a Dios. Podéis en todo momento hacer el bien y ayudar a vuestro prójimo. Pero para que vuestro amor sea sobrenatural y perfecto debe tener su raíz en Dios. Amad a la Trinidad Santísima con el Corazón de mi Hijo Jesús y vosotros amaos los unos a los otros como Él os ha amado. De este modo vuestro amor será cada vez más puro y seréis capaces de querer el verdadero bien de vuestros hermanos. Sólo quien es limpio de corazón puede abrirse a una gran capacidad de amor y vivir la virtud de la caridad. Todavía hoy existen puros de corazón, que son los únicos que pueden ver a Dios y en su divina Luz abarcar y amar a todos los hombres. Os quiero puros de cuerpo. Habéis hecho a Dios la ofrenda de vuestra castidad. Ésta es la virtud que debéis cultivar y vivir a conciencia y con particular esmero. Su guarda se os hace hoy más difícil, por el ambiente y los errores que por todas partes se difunden con el propósito de devaluar la importancia de vuestra consagración. ¡Cuántos de mis hijos predilectos han renunciado a vivir su Sacerdocio porque el Santo Padre ha querido seguir manteniendo el celibato! Pero cuántos otros siguen ejerciendo su sacerdocio y no observan el celibato, porque, o bien lo consideran superado, o lo juzgan transitorio, o lo creen incluso, interiormente injustificado y no obligatorio… Y así, ¡cuántos de mis hijos Sacerdotes hoy viven habitualmente en la impureza! Volved, hijos míos predilectos, a revivir en vuestro cuerpo la virginidad de mi Hijo Jesús y las señales de su pasión: vuestro cuerpo sacerdotal ha de ser un cuerpo crucificado. Crucificado al mundo y sus seducciones. Volved a ser puros de cuerpo, porque un día resucitará espiritual y purificado para gozar de la Luz y de la vida de Dios. El destino de vuestro cuerpo no es el sepulcro, donde será depositado para que se corrompa, sino el Paraíso, adonde entrará resucitado para vivir para siempre. Es también y sobre todo con vuestra castidad con la que hoy podéis dar testimonio al mundo de la esperanza del Paraíso que os espera. Hoy vuestra Madre Inmaculada os llama a todos y os pide ser castos de mente, de corazón y de cuerpo para poder vivir así las virtudes de la fe, de la caridad y de la esperanza. De este modo en vosotros seguirá siendo Jesús quien ama y salva a sus hermanos y también vuestros.»