Mensaje del 4 de diciembre de 1976
Primer sábado del mes
¿De qué tenéis miedo?
«Hijos míos predilectos: sed cada vez más dóciles y dejaos conducir por Mí con toda confianza. En las tinieblas de esta hora de prueba para la Iglesia, vosotros estáis llamados por Mí a caminar en la luz. La luz parte de mi Inmaculado Corazón y llega hasta vosotros para recubriros e iluminar vuestro camino. 218¡Estad firmes, ya no dudéis más! Vuestro camino es seguro porque ha sido trazado por vuestra Madre celestial. La duda y la desconfianza, que con tanta frecuencia hacen presa del alma de muchos de mis hijos Sacerdotes, ¡cuánto dolor causa a mi Corazón de Madre! ¿Por qué dudáis? ¿De qué tenéis miedo? Jesús os redimió del Maligno en la misma hora del triunfo de éste: “Esta es la hora de Satanás y del poder de las tinieblas”. Mi Hijo Jesús os ha dado la vida para siempre en la misma hora en que se inmoló en la Cruz. En el mismo instante en que Él moría, os liberaba a todos de la muerte. Mi Iglesia, de la que Yo soy la Madre, revive la vida de Cristo y está llamada a recorrer hoy su mismo camino. Entonces, ¿de qué tenéis miedo? ¿De un mundo que se ha lanzado con odio contra vosotros? ¿O de Satanás, que ha logrado introducirse en el interior de la Iglesia y cosechar víctimas entre sus mismos Pastores? ¿O del error que la amenaza? ¿O del pecado que la oscurece cada vez más? ¿O de la infidelidad que cunde por todas partes? Ésta, hijos míos predilectos, es para mi Iglesia otra vez la hora de Satanás y del poder de las tinieblas. Como Cristo en la Cruz, también ella será inmolada y llamada a la muerte para la salvación y renovación del mundo. Porque para vosotros, ésta es la hora de la purificación, y es, sobre todo, también la hora del sufrimiento. ¿Acaso de esta hora tenéis miedo? Pero ¡si para esta hora el Padre, desde la eternidad, os ha llamado uno por uno! Pero ¡si para esta hora, vuestra Madre del Cielo, desde hace mucho tiempo, os ha escogido y os ha preparado!… Vivid, pues, en la serenidad de vuestro espíritu y sin temor, a pesar de las inquietudes y amenazas de vuestro tiempo. Por esto os repito: no miréis obsesivamente al futuro, queriendo averiguar lo que va a suceder. Vivid solamente el momento presente con toda vuestra confianza y vuestro abandono en este Corazón de Madre.»