Mensaje del 31 de diciembre de 1976
Ultima noche del año
La verdadera pobreza de espíritu.
«Pasa las últimas horas de este año, que el Corazón Inmaculado de tu Madre Celeste ha hecho para ti extraordinario de gracias y dones, en la oración en el recogimiento interior. Yo misma te he querido y te he traído a esta casa que desde hace tiempo te he preparado. Permanece aquí en el silencio y en la oración; escúchame, háblame, invoca al Padre Conmigo. Tienes junto a ti a tu hermano, que te ama mucho y que, en mi Corazón, te desea tanto bien. Tu Madre celestial mira con ojos distintos de los vuestros: la suya es una mirada de luz y de amor. Para Mí es grande el que a los ojos de los hombres es tenido por nada y de ningún valor. Esta casa aislada y desconocida y, que no atrae la atención de nadie, es ahora el lugar de mi presencia; y aquí, y no en otro lugar, te he querido para pasar Conmigo estos días de fiesta. Acostúmbrate a mirarlo todo con los mismos ojos de tu Madre. Mira siempre con complacencia y con particularísimo amor a aquellos que el mundo ignora y desprecia. Para tu corazón sean más grandes aquellos que los hombres estiman en nada y de ningún valor: los pobres, los pequeños, los humildes, los atribulados, los desconocidos. También entre tus hermanos Sacerdotes debes sentirte más cerca de los marginados y de los considerados como nada. ¡Oh, si supieras qué tesoros tan preciosos son para mi Corazón de Madre estos Hijos predilectos a quienes nadie tiene en cuenta! Ofrécemelos en esta última noche del año: ofrécemelos uno a uno. ¡Cuánto consuela su amor a mi Corazón Inmaculado! ¡De qué manera su belleza escondida repara el dolor causado a mi Corazón por quien se siente grande, estimado y vive buscando con afán todas las consideraciones humanas! La verdadera pobreza de espíritu es el don que hago a quien llamo. Es el vacío lo que atrae mi amor. Es la onda sobre la que solamente se puede escuchar y comprender mi Voz. Sé siempre pobre de este modo, para ver cada nuevo día con mis ojos, y para darme a quien desde hace tanto tiempo, en su pobreza, me está esperando.»