Mensaje del 3 de mayo de 1976
Seréis capaces de amar.
«Hijos predilectos, nunca se turbe vuestro corazón por los ataques cada vez más numerosos contra mi Movimiento. Esta obra es exclusivamente mía y responde a un particular designio de mi Corazón Inmaculado. Dificultades, incomprensiones y sufrimientos, Yo misma los permito para que esta Obra mía sea cada vez más purificada. Deseo que se aligere de todo elemento humano, para que pueda reflejar sólo mi luz purísima. Quiero recubrir a todos mis hijos predilectos, los Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado, con esta purísima luz. Por eso os pido el desprendimiento completo de todo para que os pueda dar así la verdadera pureza del corazón. Todo apego humano a vosotros mismos, a las criaturas y al mundo oscurece vuestra pureza interior. Es cierto que no puedo exigiros que no permanezcáis y viváis en el mundo. Según la voluntad de mi Hijo debéis vivir en el mundo; pero sin ser del mundo. Debéis vivir en el mundo para ser solamente de mi Hijo Jesús. Debéis ser sólo de mi Hijo Jesús para llevarle a El todo el mundo y conducir así las almas a la salvación. Esta es la relación que debéis tener con el mundo: la única querida por mi Hijo y que la Iglesia aún hoy os propone. Muchos hijos míos se dejan hoy arrastrar por muchos errores, y se alejan de mi Hijo y de Mí, por ese falso modo de entender cómo vosotros debéis estar en el mundo. Cuántos de mis pobres hijos Sacerdotes han acabado de esta suerte por ser sólo del mundo y se han hecho sus prisioneros. Mi Hijo Jesús salvó este mundo, sobre todo, cuando, para ser fiel a la voluntad del Padre, se desprendió de todo para ser levantado de la tierra, suspendido en la Cruz. Volveréis a traer muchas almas a mi Hijo cuando también vosotros seáis elevados de la tierra como Él. Para ello debéis habituaros a elevaros ya en el alma, con el desapego interior de todo. Así poseeréis la auténtica pureza del corazón. Y seréis verdaderamente capaces de amar hasta la prueba suprema. Siempre llevados por vuestra Madre, que sabe bien adonde y cómo conduciros, para que también sobre cada uno de vosotros, se realice el plan de la voluntad del Padre.»