Mensaje del 3 de abril de 1976
Primer sábado del mes
Vuestra luz resplandecerá.
«Hijos míos predilectos, hoy acojo con alegría el homenaje que dais a mi Corazón Inmaculado. No se turbe jamás vuestro corazón. La oscuridad desciende cada vez más sobre el mundo, envuelto en el hielo de la negación de Dios, del odio, del egoísmo, de la rebelión contra Dios, de la impiedad. La copa de la iniquidad está casi colmada y la Justicia de Dios pide ser aplacada. Tengo necesidad de vosotros, hijos míos predilectos, para transformaros en víctimas gratas, ofrecidas a la divina Justicia. Por esto seréis llamados en cada momento a sufrir más. Se avecinan para vosotros las horas de la agonía y de la pasión. ¿Veis, hijos, todo lo que está acaeciendo también en la Iglesia? Los errores se propagan cada vez más y hacen presa incluso entre los buenos: la infidelidad cunde rápidamente entre los Ministros de Dios y las almas a Él consagradas; el vínculo de la caridad y de la unidad se han resquebrajado en la misma Jerarquía. ¡Sobre todo, al Vicario de mi Hijo Jesús le dejan cada vez más sólo! Se le calumnia, hasta en las formas más vulgares y blasfemas; se le critica, se le contesta y de día en día mis hijos le dejan cada vez más solo. Vosotros debéis compartir su suerte: ésta es para Él, y para vosotros la hora de Getsemaní. Vividla Conmigo, en mi Corazón Inmaculado. Vosotros sois la corona de amor formada por Mí para ponerla, como un consuelo, alrededor del Corazón de mi Hijo Jesús y de su Vicario en la tierra. Por lo cual os pido oración, sufrimiento, silencio. Pero vuestra luz resplandecerá cada vez más, mientras poco a poco las tinieblas lo envolverán todo. Y vuestra luz será la luz de mi presencia en esta durísima prueba (…).»