Mensaje del 28 de mayo de 1976
Seguidme por el camino de mi Hijo.
«Hijos predilectos, escuchad la voz de vuestra Madre que os llama dulcemente a seguirla. Seguidme por el camino de la oración. Muchos hijos míos están a punto de perderse eternamente en estos momentos decisivos, porque no hay quien ore y se sacrifique por ellos. Orad vosotros por ellos: ayudadme a salvar a estos hermanos vuestros. Ésta es la hora del error, que logra entrar por todas partes y seducir, sobre todo, a muchos de mis hijos Sacerdotes. No os asombréis si viereis caer a los que hasta ayer parecían los más fieles, los más seguros. Veréis caer también incluso a aquellos que se erigían en Maestros de los demás. No os asombréis si en esta batalla caen todos los que no han querido o no han sabido utilizar el arma que Yo misma os he dado: la oración sencilla, humilde y mía del Santo Rosario. Es oración sencilla y humilde, y, por tanto, la más eficaz para combatir a Satanás, que hoy os seduce sobre todo con el orgullo y la soberbia. Es oración mía porque ha sido compuesta Conmigo y por medio de Mí. También os ha sido recomendada siempre por la Iglesia y por mi primer hijo predilecto, el Vicario de Jesús, con palabras tales que han conmovido mi Corazón de Madre. Seguidme por el camino del sufrimiento. Ya habéis llegado al momento de vuestra inmolación, estáis llamados a sufrir cada día más. Dadme todo vuestro dolor. Hoy son las incomprensiones, los ataques, las calumnias de muchos hermanos vuestros. Mañana serán las persecuciones, la prisión, las condenas por parte de los ateos y de los enemigos de Dios, que verán en vosotros los obstáculos que deben eliminar necesariamente. Caminad conmigo y seguidme por el camino de mi Hijo Jesús. Por el camino del Calvario, por el camino de la Cruz. Nunca como en estos momentos debéis vivir vosotros hasta el fondo lo que es la vocación de todo cristiano: “Quien quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.” Seguidme, hijos míos predilectos; hoy es necesario que sigáis a vuestra Madre si queréis recorrer sin temor el camino de mi Hijo Jesús.»