Mensaje del 25 de septiembre de 1976
Por esto os hablo.
«Si sois pequeños escucharéis siempre mi Voz. Hijos míos predilectos, no os dejéis seducir por tantas voces como hoy se oyen. Mi Adversario os engaña con las ideas y os confunde con las palabras. Estáis como sumergidos en un mar de palabras que aumenta cada vez más y que todo lo cubre. Se repite el hecho descrito en la Biblia de la torre de Babel. Hoy vivís de nuevo el drama de la confusión de lenguas. Vuestras mismas palabras os confunden. Vuestras mismas voces os impiden entenderos. Hoy más que nunca es necesario escuchar mi Voz. Por esto os hablo. Os hablo para ayudaros a salir de la confusión creada hoy por vuestras mismas palabras. Y así, como Madre, os conduzco dulcemente a escuchar la sola Palabra del Padre. Esta Palabra se hizo carne y vida en mi purísimo seno. Mi Corazón se abrió para acogerlo y la guardé como un tesoro precioso. Os hablo porque hoy es necesario escuchar Su palabra. Es necesario acogerla y custodiarla celosamente. Sólo la Palabra de mi Hijo es la que os quiero hacer oír. Hoy su misma voz está como oscurecida: es la Palabra del Padre, es mi Hijo Jesús a quien ya no se quiere escuchar. Su palabra, tan claramente contenida en el Evangelio, está hoy como sumergida por muchas otras voces meramente humanas. Habéis compuesto un evangelio para vosotros con vuestras palabras. Vosotros, hijos míos predilectos, debéis escuchar y anunciar la sola palabra de mi Hijo tal como está dicha en Su Evangelio. Os habla la Iglesia. Pero sobre cuanto Ella os dice cada uno quiere decir su palabra y así se propaga la inseguridad y la confusión. La Iglesia está más que nunca desgarrada por esta verdadera confusión de lenguas. Os hablo para deciros cuál es la palabra que hoy debéis escuchar en la Iglesia: la del Papa, la de los Obispos a El unidos. Cada vez aumentan más las tinieblas y os hablo para ser vuestra luz. Se difunde el error y os hablo, hijos míos predilectos, porque estáis llamados a permanecer en la Verdad.Vosotros, ministros de la Palabra; vosotros, anunciadores de la Verdad. El mañana se presenta angustioso y os hablo para invitaros a la confianza, al completo abandono en mi Corazón de Madre. Un estrépito ensordecedor de voces, confunde cada vez más todas las cosas. Os hablo para pediros el silencio, el sufrimiento, la oración. Os hablo para pediros hoy las cosas que son más preciosas para Mí: cada día recojo vuestra oración y vuestro sufrimiento y los deposito Yo misma en el cáliz de mi Corazón Inmaculado y los ofrezco a la Justicia de Dios que pide ser aplacada. Así hoy todo puede ser salvado aún: por esto os hablo. Hijos predilectos, no cerréis vuestro corazón a estas palabras mías. El designio del Padre ha condicionado mucho de lo que está por venir, a que mis palabras sean aceptadas o rechazadas. Todavía la purificación puede ser alejada y abreviada. Todavía muchos dolores os pueden ser ahorrados. Escuchadme, hijos, con sencillez. Si sois pequeños, entonces me oiréis y me escucharéis. Los niños conocen muy bien la voz de su Madre. Felices los que aún me escuchan. Ellos recibirán hoy la luz de la Verdad y obtendrán del Señor el don de la Salvación.»