Mensaje del 22 de agosto de 1976
Fiesta de María Reina
Soy vuestra Reina y Capitana.
«Soy vuestra Reina. El Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo y el Amor del Espíritu Santo, en la Luz de la Trinidad Santísima, me han confirmado para siempre en esta función mía de maternal realeza. Esta es mi coronación en la gloria. Esta es mi realeza universal: Madre del Hijo, Reina con el Hijo. Soy vuestra Capitana Os llamo, amados hijos míos, para reunirnos a todos en mi ejército, del que yo misma soy la Reina y Capitana. Por eso, no debe haber jefe alguno entre vosotros: sois todos hermanos, reunidos en el amor que debe crecer siempre más. Si alguno quiere ser el más grande, hágase verdaderamente el más pequeño. Sólo al que más ama al que más sirve, al que mejor me escucha, al que se hace cada vez más pequeño hasta desaparecer en mi Corazón Inmaculado, a éste Yo misma le haré cada vez más grande. Soy vuestra Capitana. Por eso vosotros, hijos míos predilectos, debéis escuchar mi Voz, volveros dóciles a mis enseñanzas; sobre todo, debéis estar prontos y obedientes a mis órdenes. Quiero hacer de vosotros hijos que quieran y que sepan obedecer siempre. La obediencia y la docilidad: he aquí la divisa con la que quiero revestiros. Mis órdenes las daré a través de la voz de aquél a quien mi Hijo puso para regir su Iglesia: el Papa con la Jerarquía a Él unida. ¡Cuán herido y dolorido se siente hoy mi Corazón de Madre al ver que Sacerdotes y hasta Obispos no obedecen ya las órdenes del Vicario de mi Hijo Jesús! Todo reino en sí dividido está destinado a la derrota y la ruina. Estos pobres hijos míos que no obedecen, que se rebelan, son ya víctimas de la forma más sutil e insidiosa de la soberbia y caminan hacia la muerte. ¡De qué manera Satanás, mi adversario desde el principio, logra hoy engañaros y seduciros! Os hace sentiros custodios de la tradición y defensores de la fe, mientras vosotros mismos sois los primeros a quienes hace naufragar en la fe y os lleva inadvertidamente al error. Os insinúa el que el Papa traiciona la Verdad y así Satanás destruye el fundamento sobre el que la Iglesia se sostiene y por el que la Verdad se mantiene íntegra a través de los siglos. Os hace incluso pensar que Yo misma no comparto su modo de actuar, y, así, en mi nombre, se propagan criticas acerbas contra la persona y la obra del Santo Padre. Sacerdotes, hijos de mi maternal predilección: sed prudentes, estad atentos, vivid iluminados, porque las tinieblas están invadiéndolo todo. ¿Cómo la Madre puede criticar públicamente las decisiones del Santo Padre, cuando El Solo tiene la gracia especial para el ejercicio de este excelso ministerio? Fui silencio a la Voz de mi Hijo; fui silencio a la Voz de los Apóstoles. Soy ahora amoroso silencio a la Voz del Papa: para que ésta se propague cada vez más, para que sea por todos escuchada, para que sea siempre acogida por las almas. Por eso estoy siempre cerca de la persona de este mi primer hijo predilecto, del Vicario de mi Hijo Jesús. Con mi silencio le ayudo a hablar. Con mi silencio doy fuerza a su misma palabra. ¡Volved, volved, hijos míos Sacerdotes, al amor, a la obediencia, a la comunión con el Papa! Sólo así podréis pertenecer a mi ejército del que soy Reina y Capitana. Sólo así podréis escuchar mis órdenes, que Yo daré con la misma voz del Papa. Sólo así podréis combatir Conmigo para la victoria segura; de lo contrario, vais ya por el camino de la derrota (…). Os revestiré con mi misma docilidad interior y seréis siempre obedientes; os haré así instrumentos aptos para mi batalla y me veréis al fina mi real victoria.»