Mensaje del 20 de noviembre de 1976
El tiempo de la purificación.
«Vosotros escuchad mi Voz y dejaos conducir por Mí, hijos míos predilectos. De esta manera crecerá en vosotros mi misma vida y alrededor de vosotros difundiréis mi luz. Hoy se hace cada vez más necesario y urgente difundir en el mundo la dulce invitación de vuestra Madre. Este mundo se va alejando cada vez más de Dios y ya no escucha la palabra de mi Hijo Jesús. Así cae en las tinieblas de la negación de Dios, en el engañoso espejismo de pensar que se puede prescindir de Él. Casi habéis conseguido construir una civilización solamente humana, cerrada obstinadamente a cualquier influjo divino. Dios en su infinita Majestad, no puede menos que reírse de esta Humanidad que se ha reunido para alzarse contra Él. De este modo el hielo del egoísmo y de la soberbia va en aumento constantemente. El odio prevalece sobre el amor y cada día causa innumerables víctimas… Víctimas conocidas y desconocidas; violencia a criaturas inermes e inocentes, que en todo momento piden a gritos terrible venganza ante el trono de Dios. Y el pecado penetra cada vez más en todos los ambientes. ¿Dónde se encuentra hoy día un lugar sin pecado? Aun las casas consagradas al culto de Dios son profanadas por los pecados que allí se cometen. Son las personas consagradas, son los mismos Sacerdotes y Religiosos los que, a veces, pierden el sentido del pecado… Algunos de ellos en el pensamiento, en las palabras y en la vida, sacrilegamente se dejan conducir por Satanás. Nunca tanto como ahora el demonio ha logrado seduciros tanto. Os seduce con el orgullo y así llegáis hasta justificar también y a legitimar el desorden moral. Y después de las caídas logra apagar en vosotros las voces del remordimiento, que son un verdadero don del Espíritu Santo, que os apremian a la conversión. ¡Qué numerosos son hoy mis pobres hijos que pasan años sin confesarse! Se pudren en el pecado y se consumen en la impureza, se dejan dominar por el apego excesivo al dinero y por el orgullo. Así es como Satanás ahora se halla acampado entre los ministros del Santuario y ha hecho entrar la abominación de la desolación en el Templo Santo de Dios. Es, pues necesario que la Madre os hable y os lleve de la mano. Misión suya es, ante todo, guiaros en la lucha contra el Dragón infernal. Por eso os digo: éstos son los tiempos de la purificación, son los tiempos en que la Justicia de Dios castigará a este mundo, rebelde y pervertido, para su salvación. La purificación ha empezado ya en mi Iglesia, invadida por el error, oscurecida por Satanás, cubierta por el pecado, traicionada y violada por algunos de sus mismos Pastores. Satanás os zarandea como se hace con el trigo. ¡Cuánta paja será desparramada pronto por el viento de la persecución! De ahora en adelante mi presencia entre vosotros se hará más continua y más clara (…).»