Mensaje del 9 de noviembre de 1975
Dedicación de la Basílica Lateranense
Vivid vuestra consagración.
«(…) Has sido elegido por Mí misma para hacer comprender a todos —sobre todo a tus hermanos Sacerdotes— las riquezas y las maravillas de mi Corazón Inmaculado. En Fátima he señalado mi Corazón Inmaculado como medio de salvación para toda la Humanidad. He trazado el camino del retomo a Dios. No he sido escuchada. Ahora quiero ofreceros mi Corazón Inmaculado como vuestro único refugio en los momentos tan dolorosos que os esperan. Día tras día aumentarán vuestros sufrimientos: la crisis actual en mi Iglesia se acentuará hasta la abierta rebelión por parte, sobre todo, de muchos hijos míos que participan en el Sacerdocio de mi Hijo Jesús. La oscuridad, que ya ha aumentado tanto, se hará noche profunda sobre el mundo. El ateísmo marxista lo contaminará todo; como niebla venenosa penetrará en todos los ambientes y llevará a muchos hijos míos a la muerte en la fe. Subvertirá las verdades contenidas en el Evangelio. Negará la naturaleza divina de mi Hijo y el origen divino de la Iglesia; sobre todo, amenazará su estructura jerárquica e intentará derribar la Piedra sobre la que el edificio de la Iglesia está construido. Este es el momento en que quiero derramar sobre todos mis hijos la misericordia de mi Corazón Inmaculado para salvarlos con mi amor materno, que siempre comprende, socorre y perdona. Yo misma quiero actuar a través de vosotros, mis Sacerdotes predilectos. Para que pueda hacerlo, debéis ofrecerme vuestra plena disponibilidad. Podré obrar tanto más en vosotros cuanto más os dejéis poseer por mi dulce acción de Madre. Esto lo hacéis con vuestra consagración a mi Corazón Inmaculado: es el único acto necesario para formar parte de mi Movimiento Sacerdotal. Hacedla, renovadla a menudo, pero sobre todo, hijos, vivid vuestra consagración. ¡Cuánto consuelo dais a mi Corazón dolorido cuando en vuestros encuentros, reunidos en la Concelebración, todos juntos renováis el acto de Consagración a mi Corazón Inmaculado! Si vivís vuestra Consagración, vuestra vida será verdaderamente transformada: os habituaré a mi modo de ver, de sentir, de orar, de amar. Os comunicaré mi espíritu y os haré cada vez más pequeños, sencillos y humildes. Os llevaré a confiar siempre y sólo en Dios. Y cuanto más aumente la duda y la negación, tanto más encontraréis sólo en Él vuestra certeza y seréis sus testigos. s haré amar mucho a la Iglesia. Hoy la Iglesia atraviesa momentos de grandes sufrimientos porque cada vez es menos amada por sus hijos. Muchos la quieren renovar y purificar sólo con la crítica, con ataques violentos a su institución. ¡Nada se renueva ni se purifica sin amor! Os haré amar al Papa con un amor filial y profundo; la Madre os conducirá a llevar con Él la Cruz y a compartir sus sufrimientos. ¿Dónde están ahora los Sacerdotes cercanos a este primer Sacerdote, a este primer hijo que la Madre ama con ternura particular? Sed vosotros, Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado, los más cercanos al corazón del Papa. Orad por Él, sufrid con Él, estad siempre con Él. Escuchadlo, practicad cuanto os indique, propagad su desoída enseñanza. En las horas de la noche más profunda será ella la única Luz encendida. Vosotros seréis iluminados por esa Luz, y conducidos por Mí, la difundiréis en todo el mundo invadido por las tinieblas. Y será también con el arma de vuestra fidelidad con la que Yo combatiré y venceré en la batalla. Por esto, hijos, os invito a refugiaros completamente en mi Corazón Inmaculado.»