Mensaje del 8 de diciembre de 1975
Fiesta de la Inmaculada
Yo seré la vencedora.
«¡Yo soy la Inmaculada Concepción! Del Cielo he venido, hijos, y en Lourdes os he recordado esta verdad, que la Iglesia hacía poco había definido oficialmente. Por privilegio soy inmune de cualquier pecado, incluso del pecado original, que cada uno de vosotros contrae en el momento de su concepción. He sido preservada del pecado porque, en esta humilde criatura, la Trinidad Santísima ha querido reflejar íntegramente su luminoso designio. Fui preservada del pecado, y colmada de gracia, por ser elegida para ser Madre del Verbo de Dios y destinada a daros a mi Hijo Jesús. Y mi Hijo Jesús me ha dado a cada uno de vosotros como verdadera Madre vuestra. Por eso mi misión maternal para con vosotros es la de revestiros de mi misma pureza inmaculada. Quiero sobre todo curaros del mal que tanto os ensucia: el pecado. Hijos míos predilectos, Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado: He sido desde el principio anunciada como enemiga, antagonista y vencedora de Satanás, padre y primer artífice de todo pecado. Mi misión es la combatir y vencer a Satanás, de aplastarle la cabeza con mi talón. He vencido al principio cuando la Trinidad me anunció como señal de segura victoria, en el momento en el que toda la Humanidad había caído bajo la esclavitud del pecado: “Pondré enemistades entre ti y la Mujer; entre tu descendencia y la Suya. Ella te aplastará la cabeza mientras tu pones asechanzas a su talón.” He vencido cuando, con mi “sí” , el Verbo se hizo carne en mi purísimo seno, y cuando en el calvario mi Hijo Jesús se inmoló sobre el altar de la Cruz. En El, el Redentor de todos, se ha consumado mi victoria completa. He continuado esta batalla mía en los largos años del camino terrenal de la Iglesia: sus mayores victorias se deben a una especial acción mía, de Madre. Pero cuando, en el siglo pasado, mi Adversario quiso lanzar su guante de desafío e iniciar una lucha que, a través del error del ateísmo, habría de seducir y engañar a la Humanidad entera, desde el Cielo me he mostrado sobre la tierra como Inmaculada para confortaros, pues, ante todo, mi misión es la de combatir y vencer al Maligno. Y en este siglo, cuando el ateísmo se ha organizado como fuerza destinada a la conquista del mundo entero y a la total destrucción de mi Iglesia, me he mostrado de nuevo desde el Cielo para deciros que no temáis, porque en esta terrible lucha Yo seré la vencedora: “¡Al final mi Corazón Inmaculado triunfará!” Vosotros, pobres hijos míos, sois los más golpeados en esta lucha que se libra sobre todo entre Yo y mi Adversario, la antigua serpiente, Satanás, el seductor y el artífice de todo mal. Por eso, antes aún de anunciaros la batalla, como Madre os he invitado a buscaros un refugio seguro. Refugiaos en Mí; entregaos completamente a mi Corazón Inmaculado. Mi Corazón Inmaculado: comprended ahora, hijos, por qué éste es el mayor don que el Padre celestial os ofrece. Mi Corazón Inmaculado: es vuestro más seguro refugio y el medio de salvación que en estos momentos Dios da a la Iglesia y a la Humanidad. Especial intervención de mi Corazón Inmaculado es la Obra que estoy haciendo en mi Iglesia para llamar a refugiarse en Mí a todos los Sacerdotes, mis hijos predilectos. ¿Veis cómo Satanás ha penetrado ya en el interior de la Iglesia? ¿Cómo engaña, corrompe y arrastra a tantos pobres hijos míos Sacerdotes? Esta es, pues, la hora en que también Yo personalmente intervengo. s he llamado a la confianza, al completo abandono y a consagraros todos a mi Corazón Inmaculado. Os he revelado mi plan, os he dicho cuáles son las armas elegidas por Mí para esta batalla. Ahora, hijos, os confirmo que Yo sola seré la vencedora (…).»