Mensaje del 30 de octubre de 1975
Los llamo a todos.
«¿Has visto cómo Yo misma pongo sobre tus pasos a los Sacerdotes llamados por Mí a consagrarse a mi Corazón Inmaculado? Misión tuya, hijo, es el de reunirlos y el de confiarlos todos a Mí. Hoy tienen mucha necesidad estos hijos míos dé ser consolados y alentados. Por eso en estos encuentros Yo siempre estoy presente: el alma de estos hijos míos gozará por ello y serán todos consolados. Ha llegado el tiempo en que en la Iglesia Yo misma me manifestaré con señales cada vez más grandes. Mis lágrimas, derramadas en muchos lugares para atraer a todos al Corazón dolorido de la Madre. Las lágrimas de una madre logran conmover hasta los corazones más duros. Ahora, mis lágrimas, incluso de sangre, dejan completamente indiferentes a tantos hijos míos. Mis mensajes, que se multiplicarán con tanta mayor frecuencia, cuanto más la voz de mis Ministros se cierre al anuncio de la verdad. A causa de la prevaricación de tantos Sacerdotes, muchos hijos míos hoy sufren una verdadera penuria espiritual de la palabra de Dios. Las verdades más importantes para vuestra vida hoy no se anuncian ya: el Paraíso que os espera; la Cruz de mi Hijo que os salva; el pecado que hiere el Corazón de Jesús y el Mío; el infierno en que cada día caen innumerables almas; la urgente necesidad de la oración y la penitencia. Cuanto más se propaga el pecado como una pestilencia y lleva la muerte a las almas, tanto menos se habla de él. Hoy también algunos Sacerdotes lo niegan. Es misión mía materna dar el alimento a las almas de mis hijos: si se apaga la voz de los Ministros, cada vez más se abrirá el Corazón de la Madre. Después de estas intervenciones mías ha llegado el momento en que Yo misma me haga personalmente presente y actúe en mi Iglesia, de la que soy Madre. Quiero obrar a través de vosotros, Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado. Esto forma también parte de mi plan. Ahora el Maligno, mi adversario desde el principio, está seduciendo a un gran número de Sacerdotes y actúa entre ellos y los reúne para formar un ejército contra mi Hijo, contra Mí misma y mi Iglesia. Yo personalmente intervengo y llamo a alistarse en mi ejército a los Sacerdotes que quieran ser fieles. Los llamo a todos a consagrarse a mi Corazón Inmaculado y a refugiarse en Mí. La lucha será sobre todo entre Yo y la Serpiente antigua, a la que finalmente aplastaré la cabeza. Por eso os pido ahora sólo aquellas cosas que, a vuestro modo humano de ver, parecen pequeñas e insignificantes. Mientras cada día aumenta la propaganda, el clamor de los enemigos de Dios que consiguen conquistarlo todo, Yo os pido que respondáis con vuestra confianza y el total abandono, con la oración, con vuestro sufrimiento y vuestro silencio. No obstante, cuanto ofrezcáis a mi Corazón, en mis manos llegará a ser un arma terrible para combatir y vencer esta batalla. Al orgulloso ejército de los soberbios que se rebelan contra Dios, Yo responderé con el ejército de mis hijos pequeños, humildes, despreciados y perseguidos. Y, por medio de vosotros, la victoria será al final de la humilde “Sierva del Señor” . »