Mensaje del 28 de enero de 1975
Fiesta de Sto. Tomás de Aquino
El tiempo a vuestra disposición.
«Prepárate, hijo, a reunir a estos hijos míos predilectos: sigue la línea que ya te he manifestado. Tengo prisa y quiero que los Sacerdotes de mi Movimiento se vuelvan a encontrar reunidos antes de la gran tempestad. — Para orar juntos: como en el Cenáculo. Yo, ia Madre, os recojo a vosotros, hijos míos, en la oración. Volved, Sacerdotes míos predilectos, a la oración. Tengo necesidad de vuestra oración. Orad Conmigo y por medio de Mí con la oración tan sencilla pero tan eficaz que Yo os he pedido: El Santo Rosario. Orad bien: con humildad, con sencillez, con abandono, con confianza. No os preocupéis ya de otras cosas; ya no debéis turbaros más por otros inquietantes problemas… Las almas en masa se han alejado de Dios y corren por el camino de la perversión que cada día se hace más violenta y más inhumana. Ya no basta con vuestra acción, o la emprendida por vosotros solos, para ponerles freno. Están a un paso de su eterna perdición. Yo sola, con una materna y milagrosa intervención mía, podré al final salvarlas. ¡Por eso necesito de vuestra oración! Mis Sacerdotes deben estar en todo momento en esta actitud sacerdotal: orando en mi Corazón por la salvación del mundo. Las discusiones, la excesiva agitación, el aceptar problemas y actitudes hoy de moda, pero que sólo disipan y malgastan vuestras energías, son todas acciones de estorbo sugeridas por mi Adversario que logra engañar y seducir hoy a todos y en todo. Vosotros, mis hijos predilectos, no seréis jamás seducidos por él, porque estáis consagrados a mi Corazón Inmaculado. Por eso seréis siempre y sólo Sacerdotes míos, que sin intermisión oran Conmigo para que la gran apostasía sea en parte frenada y los grandes e inminentes castigos sean al menos atenuados. — Para amaros como hermanos, reunidos en tomo a la propia Madre. ¡Qué dolor siente cada día mi Corazón Inmaculado de Madre al ver que hasta los Sacerdotes hoy no se aman ya, no se ayudan ya! El egoísmo ha sofocado todo arranque de caridad fraterna, y en el alma de tantos hijos míos hay sólo hielo y tinieblas. ¡Amaos, hijos míos predilectos! Buscaos, unios, ayudaos a ser Sacerdotes fieles: al Papa, al Evangelio, a la Iglesia. No os turbéis si ahora todo parece naufragar en la Fe. Ni una sola palabra del Evangelio de mi Hijo debe ser negada o no acogida a la letra, si queréis permanecer en la verdad. Sed vosotros Evangelio vivido para contraponer vuestra luz a las grandes tinieblas que se espesan cada vez más sobre mi Iglesia. — Para estar Conmigo: En estos encuentros todos experimentarán mi presencia especial. Y puesto que los tiempos apremian, Yo misma me haré sentir a cada uno de modo extraordinario (…). Multiplica estos encuentros: Ya el tiempo disponible para vosotros es breve; es preciso hacer todo bien para que el ánimo de estos hijos míos predilectos esté preparado, pero sin que tengan miedo.»