Mensaje del 25 de noviembre de 1975
Aquellas horas serán abreviadas.
«Mi designio, hijo, está ya para cumplirse. Ahora los acontecimientos decisivos se inician y seréis llamados a sufrir cada vez más. Tengo necesidad de todo vuestro sufrimiento : es el arma más preciosa y eficaz para usar en esta batalla mía. Por eso os pido que os preparéis a sufrir, que os dispongáis a subir con Jesús y Conmigo al Calvario, que os ofrezcáis al Padre como víctimas elegidas por Mí y preparadas maternalmente desde hace tiempo. Como Madre vuestra, en efecto, os he acogido a todos en mi Corazón Inmaculado. Aquí está vuestro refugio. Aquí está vuestro altar sobre el que seréis inmolados por la salvación del mundo. i No se turbe, hijos, vuestro corazón; daos a Mí en todo momento! Ha llegado para mi Iglesia la hora de la desolación y el abandono. Será abandonada sobre todo por muchos de sus Ministros y también por muchos de sus hijos. Será menospreciada, traicionada, entregada en manos de quién es su enemigo y la quiere destruir. Serán algunos de sus mismos Ministros los que la entreguen en manos de sus verdugos. Preparaos Conmigo a vivir estos momentos: Todo está ya dispuesto por el Padre. Este es el cáliz que deberéis beber hasta las heces. También vosotros seréis menospreciados, traicionados y perseguidos junto con el Vicario de mi Hijo, el Papa. Muchos deberán ofrecer la propia vida y derramar su sangre. Los demás quedarán para consumirse en holocausto, viviendo los momentos de los grandes sufrimientos que se preparan para la purificación de la tierra. Seréis así mi luz en la gran tiniebla. Pero durará poco, hijos míos predilectos, esta durísima prueba. Por una especial intervención mía, esas horas serán abreviadas (…).»