Mensaje del 25 de abril de 1975
Fiesta de S. Marcos Evangelista
No me aflijáis con vuestras dudas.
«Hijo mío amadísimo, ya casi has completado la Obra que te he encomendado. Refugíate ahora en mi Corazón Inmaculado: aquí te quiero para darte fuerzas y preservarte en el momento de la terrible prueba. Hijos míos predilectos, Sacerdotes consagrados a mi Corazón: escuchad la voz de vuestra Madre que dulcemente os amonesta para que podáis prepararos a los grandes acontecimientos que ya se precipitan sobre el mundo. Sed verdaderamente sólo míos, daos a Mí sin reservas (…). No penséis más en vuestro pasado. Hay entre vosotros quien piensa aún en el propio pasado, vuelve a sentir el dolor de tantas heridas que Yo he curado, y es como un freno que le impide darse completamente a Mí. Es frenado por este pensamiento: ¿Es posible que yo —después de mis debilidades e infidelidades— sea verdaderamente elegido y predilecto de la Madre del Cielo? ¡Oh, hijos míos! Mi Corazón rebosa de ternura por vosotros porque sois pequeños, débiles, porque a veces habéis caído, porque os sentís muy frágiles. Vosotros, hijitos míos, por vosotros mismos no podríais jamás superar lo que os espera: por esto os quiero encerrar en mi Corazón Inmaculado. Yo misma seré así vuestra seguridad y vuestra defensa. Hay entre vosotros quien aún está preso de la tentación de la duda, de la crítica. ¡Después de haber hecho tanto por vosotros!… No aflijáis mi Corazón con vuestra duda, con vuestra incredulidad. ¿No habéis aprendido aún a dejaros guiar por Mí sola? Superad esta tentación con la oración. Quiero de mis Sacerdotes sólo oración y confianza en Mí. Cada momento que ellos no pasan Conmigo y en el más completo abandono, es tiempo perdido para ellos y restado a Mí misma: y esto aflige mucho a mi Corazón Maternal. Ha llegado el momento en el que algunos de mis hijos Sacerdotes se disponen a manifestarse públicamente contra mi Hijo, contra Mí misma, contra el Papa y mi Iglesia. Entonces no podré ya reconocerlos como hijos míos; Yo misma bajaré del Cielo para ponerme a la cabeza del ejército de mis hijos predilectos y destruiré sus maquinaciones. Después de una gran revolución y la purificación de la tierra, mi Corazón Inmaculado cantará victoria en el más grande triunfo de Dios. Para este momento, Sacerdotes míos predilectos, uno a uno os he llamado de todas las partes del mundo y os he preparado. ¡Ya no es tiempo de dudas y de incertidumbres; es el tiempo de la batalla! Cada uno de vosotros dejaos encerrar por Mí misma en mi Corazón Inmaculado.»