Mensaje del 24 de octubre de 1975
Vuestro silencio.
«Cuántas veces te repito: tendrás sufrimientos e incomprensiones, nunca obstáculos. Esta es mi Obra: ninguno la tocará. Mis Ángeles han iniciado ya la batalla: a mis órdenes están reuniendo de todas las partes del mundo a estos hijos míos. Mi Corazón sabe con qué medios deben ser reunidos; mi mayor alegría es cuando ellos me responden que sí. Muchos se sienten tan pequeños e indignos; reconocen tantas pasadas infidelidades y debilidades y están como perplejos para dar este paso. El sí que ellos me dicen hace estremecer de alegría mi corazón. ¡Cuenta ahora cuántos son estos “síes”; enumera cuántas son las alegrías que procuran a mi Corazón Inmaculado! Solamente os pido, hijos míos, vuestra completa ofrenda. La ofrenda de vosotros mismos con vuestras limitaciones, con vuestras flaquezas, con vuestras incapacidades. Ésta la necesito para mis designios. Si Yo no he pedido ninguna estructura jurídica para mi Movimiento se debe a una determinada voluntad mía de que se propague en el silencio y en lo oculto. La segunda arma que debéis usar, después de la confianza y el abandono en Mí, e vuestra oración y vuestro silencio. Silencio interior: dejad que en vosotros sea la Madre quien hable. Ella dulcemente repetirá a vuestro corazón de hijos todo el Evangelio de Jesús. Os devolverá el gusto de su Palabra. No escucharéis otras voces u otras palabras: tendréis hambre y sed sólo de la Suya, y así seréis formados en la escuela de la Palabra de Dios. Silencio exterior: dejad que sea la Madre la que hable a través de vosotros. Lo haré muy gustosa si me dejáis obrar libremente en vosotros. Para que Yo hable necesito de vuestro silencio. Algunos de vosotros difícilmente logran entender esto. Sin embargo, este siluncio es muy necesario a vuestra misma palabra. Algunos de vosotros creen que también para mi Movimiento es necesario hacer, escribir, actuar. Sin embargo, este silencio vuestro es muy necesario a la difusión de mi Movimiento, según el designio ya claramente trazado por mi Corazón Inmaculado. Hablad siempre con la vida. La vida sea vuestra palabra: entonces seré yo misma la que hablaré en vosotros y por vosotros. Entonces vuestras palabras serán entendidas y acogidas por el corazón del que os escucha. Hoy, cuando la palabra es el arma usada por mi Adversario para seducir a la Humanidad entera, Yo os pido contraponer vuestro silencio. Así será el Espíritu el que hablará en vosotros; y, por medio de vosotros, el Espíritu renovará enteramente este mundo.»