Mensaje del 24 de diciembre de 1975
Noche Santa
No temáis.
«Ésta es la Noche Santa y vívela en mi Corazón, hijo mío amadísimo. Te quiero hacer partícipe de todo mi amor, de mi ansia materna en el momento en que, arrebatada en una luz de Paraíso, mi Hijo Jesús ha nacido en este mundo. Ha nacido virginal y milagrosamente de Mí, su Madre. La noche era profunda. Más profunda era la noche que envolvía a la Humanidad, esclava del pecado y que no esperaba ya la salvación. La noche envolvía también al Pueblo elegido, que no respondía ya al espíritu de elección y no estaba preparado para acoger a su Mesías. En esta noche tan profunda, la luz surgió, mi pequeño nació. En el momento en que nadie lo esperaba, cuando ningún lugar se había abierto para recibirle… No esperado, no acogido, rechazado por la Humanidad: sin embargo, es en este momento cuando la Humanidad inicia su redención: mi Jesús nace para redimir a todos los hombres de sus pecados. Surge así la Luz en medio de tantas tinieblas y viene este Hijo mío a salvar al mundo. Nace en la pobreza y en el dolor de este rechazo y sus primeros vagidos son sólo de llanto: siente el rigor del frío, lo envuelve todo el hielo del mundo. Mi Corazón Inmaculado ha recogido las primeras lágrimas del Niño Divino. Se han mezclado con las de mi Corazón y las he enjugado con mis besos de Madre. En esta santa Noche, mientras una vez más os doy a mi Hijo, os repito: No temáis, Jesús es vuestro Salvador. Ahora más que nunca el mundo está sumergido en las tinieblas; el hielo del odio, de la soberbia y de la incredulidad envuelven el corazón de los hombres. También la Iglesia está trastornada por una crisis profunda: y hasta muchos de sus Sacerdotes dudan de mi pequeño Niño. ¡Iglesia toda, recibe con alegría la venida de tu Jesús: en ti Él vive porque quiere salvar a todos estos pobres hijos míos! Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado, no temáis. Hoy os anuncio una gran noticia que es de gozo para todos: ¡mi Hijo Jesús es vuestro Salvador! Todos habéis sido redimidos por Él; ahora todos podéis ser salvados por Él. No temáis: como mi Corazón os ha dado al Salvador, así ahora en estos tiempos, mi Corazón Inmaculado os da la alegría de su salvación. Pronto todo el mundo, que esta invadido por las tinieblas y que ha sido arrebatado a mi Hijo, gozará finalmente del fruto de esta Noche Santa. El triunfo de mi Corazón Inmaculado tendrá lugar con un nuevo nacimiento de Jesús en los corazones y en las almas de mis pobres hijos descarriados. Tened sólo confianza y no os dejéis dominar ni por la ansiedad ni por el desaliento. El futuro que os espera será una nueva aurora de Luz para todo el mundo, entonces ya purificado. En esta Noche, junto a la pobre cuna de mi Hijo, siento la presencia del amor de mis hijos predilectos, de los Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado, y con mi Hijo Jesús, a quien estrecho en mi Corazón, os doy las gracias y os bendigo a todos.»