Mensaje del 15 de febrero de 1975
Aparición de la «Virgen de los Pobres» en Banneux
La alegría de haceros crecer.
«Hijo mío amadísimo, ¿por qué te turbas? ¿por qué a veces pierdes la paz? Cuanto te ha sucedido en estos días ha sido dispuesto por Mí misma para que verdaderamente puedas despegarte de todo. Incluso de aquellas personas que son particularmente amadas por Mí y por mi hijo Jesús. Tú eres tan pequeño que sin darte cuenta acabas por apoyarte en ellas, dependiendo de ellas. Y tu apego se hace tanto más fuerte cuanto estas almas están más próximas a Mí. Tú no tienes necesidad más que de su oración y de su sufrimiento; y Yo se lo pido a ellas por ti y por mi Movimiento. Tú correspóndeles con tu oración y con tu gran amor de hermano. Esto basta. El resto no viene de Mí; el resto es para ti vano y superfluo: una verdadera pérdida de tiempo (…). Hijos míos predilectos, desprendeos verdaderamente de todo. Mirad: no son vuestros defectos, vuestras caídas, vuestras grandes limitaciones lo que os impide ser totalmente míos y disponibles para mi gran designio. ¡Oh, no! Al contrario; éstas son un gran don para vosotros, porque os ayudan a sentiros y a permanecer pequeños. Os dan la medida de vuestra pequeñez. Son vuestros apegos el único obstáculo que os impide ser del todo míos. ¡Cuántos lazos tenéis aún, hijos!: a vosotros mismos, a las personas incluso buenas, santas, a vuestra actividad, a vuestras ideas, a vuestros sentimientos. Y uno a uno los romperé para que seáis sólo míos (…). Entonces podré actuar en vosotros y llevar a cabo mi Obra de Madre, que es la de hacer de cada uno copia viviente de mi Hijo Jesús. Por lo tanto, entregaos a Mí sin miedo: cada dolor que sintáis por un nuevo desprendimiento será compensado por Mí con un nuevo don de amor. Cada vez que os desprendáis de una criatura sentiréis a la Madre más cercana a vosotros. Dejadme a Mí la alegría de haceros crecer, hijitos míos.»