Mensaje del 7 de diciembre de 1974 en Dongo
Primer sabado de mes
A los pequeños les serán revelados.
“Has venido, hijo, ante mi Imagen, que tú venerabas desde pequeño con un amor particular, y que ya era señal de mi especial predilección por ti. Has celebrado la Santa Misa para consolar mi Corazón Inmaculado y Dolorido por todos los Sacerdotes del Movimiento Sacerdotal Mariano. No temas: Yo misma estoy reuniendo de todas partes del mundo a estos mis hijos en mi escuadrón: ¡todos me están respondiendo! Si alguna vez encuentras algún obstáculo, dificultades o incomprensiones, ofrécelo todo a mi Corazón. Ya te dije, y te lo repito, que ninguna interferencia externa podrá dañar a esta Obra mía. Ella es el signo que hoy Yo doy a mi Iglesia. En el momento de su más grande confusión, en la víspera de acontecimientos que turbarán la fe de muchos hijos míos, he aquí el signo que Yo os daré: ¡Yo misma! Yo, Madre de la Iglesia, intervengo personalmente e inicio mi Obra de salvación. La inicio así* con sencillez, ocultamente, de una manera tan humilde que ni siquiera es advertida por la mayoría. Pero éste, hijos, ha sido siempre el modo de obrar de su Madre. Por eso, para reconocer mi acción deben tener ojos de niños, mente de niños, corazón de niños. Deben volver a ser sencillos, humildes, recogidos, pobres, cándidos: deben volver a ser en verdad aquellos pequeños, a quienes solamente serán revelados los designios de Dios, los misterios del Reino de Dios. Así los iluminará el cielo interior de sus almas, y sus corazones serán verdaderamente transformados, porque en ellos Yo misma imprimiré mi Imagen. Sus corazones serán mi Reino y por medio de ustedes, Sacerdotes de mi Movimiento, daré a la Iglesia de hoy, una señal que será cada vez más clara y advertida por todos, la de mi presencia, de mi asistencia, de mi acción que está destinada a la victoria, al triunfo de mi Corazón Inmaculado.”