Mensaje del 30 de noviembre de 1974
Ultimo dia del año litúrgico
El signo que Dios da.
“No se turbe su corazón, hijos míos predilectos. ¿Por qué dudan? ¿Por qué miran con incertidumbre el presente y el futuro, buscando el signo que Yo les he predicho? Uno solo es el signo que Dios da al mundo y a la Iglesia de hoy: Yo misma. Yo sola soy anunciada como la gran señal en el cielo: esta Mujer, vestida de sol, con la luna como alfombra a sus pies y doce estrellas como corona luminosa alrededor de su cabeza. Está preanunciada mi victoria sobre el dragón rojo, sobre el ateísmo triunfante y hoy aparentemente victorioso. Esta victoria se obtendrá por medio del triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo, y esta victoria la alcanzaré Yo con los Sacerdotes de mi Movimiento. No busquen, por ahora, otros prodigios en el cielo; ¡éste será el único prodigio! (…)”