Mensaje del 24 de diciembre de 1974
Vigilia de navidad
Momentos de ansiedad.
“Pasa estas horas de vigilia Conmigo, hijo. Olvida cualquier otra cosa y no te dejes ocupar hoy por otra cosa (…). Revive Conmigo aquellos momentos de ansiedad y de dolorosa inquietud en que mi Esposo recibía un rechazo a toda petición de hospitalidad para aquella noche. Dolor e inquietud, no por nosotros, sino por mi Hijo Jesús que estaba a punto de nacer. Cada rechazo era un rechazo dado a El. Varias veces, durante el día, había como tocado a la puertecita de mi Corazón; había llegado el momento de Su nacimiento y Yo, Virgen, debía donarlo matemalmente a la humanidad entera. Pero la humanidad no tenía un lugar para recibirle. Cada puerta que se cerraba abría una nueva herida en mi Corazón, que cada vez más se abría para engendrar en el amor y en el dolor — en este dolor — a mi Hijo Jesús. Así lo recibió solamente la pobreza de una gruta y el calor de un buey y del burrito que nos había llevado durante el día. Revive Conmigo estas horas de la vigilia, hijo, para que puedas comprender que solamente es tu pobreza la que ha atraído la predilección de mi Hijo Jesús hacia ti, la que ha hecho el don de ser Sacerdote predilecto de mi Corazón Inmaculado. Tu pobreza que te hace ser sólo y siempre tan pequeño; tu pobreza total: de bienes, de apegos, de ideas, de afectos. Ser pobre quiere decir propiamente poseer esta nada. Es esta nada la que atrae la complacencia de Dios y es la única capaz de recibirla. Sacerdotes míos predilectos: todos deben ser pobres así. Por eso les pido que sean como niños. Entonces, Yo podré conducirlos siempre de la mano y ustedes se dejarán conducir con docilidad. Escucharán sólo mi Voz, porque no serán ricos de otras voces y otras ideas. Y la voz y la ideas que Yo les comunicaré serán las de mi Hijo. ¡Qué claro será entonces para ustedes todo el Evangelio! El Evangelio de mi Hijo será su única luz y ustedes, en una Iglesia invadida por las tinieblas, darán toda la luz del Evangelio. No serán ricos en otros afectos. Su único afecto será el mío, será el de su Madre. Y Yo, como Madre suya, los llevaré a amar con un amor total a mi Hijo Jesús. Los llevaré hasta el punto de no poder vivir más sin El: ¡haré del amor a El su misma vida y El podrá verdaderamente revivir en ustedes! Hijos míos predilectos: para esto tengo necesidad de su pobreza, de su humildad, de su docilidad. No teman si el mundo no los comprende y no los acepta; siempre tienen el Corazón de la Madre que será su casa y su refugio.”