Mensaje del 17 de enero de 1974
Cenáculos de vida Conmigo.
“Cuando dos o más están reunidos en mi Nombre, Yo estoy en medio de ellos”, así ha dicho mi Hijo Jesús. Cuando dos o más Sacerdotes de mi Movimiento están reunidos por Mí, también Yo estoy en medio de ellos. Yo misma con ellos y en ellos me manifiesto, sobre todo cuando estos Sacerdotes están unidos en la oración. Por esto es necesario que los Sacerdotes de mi Movimiento comiencen a encontrarse, a reunirse. No es necesario que sean reuniones numerosas: aún con dos o tres es suficiente. Estos encuentros deben formar verdaderos y auténticos cenáculos. Ahora que mi Movimiento Sacerdotal se está difundiendo por todas partes, estos Cenáculos deben multiplicarse. No hay necesidad de organización alguna: todo sea sencillo, espontáneo, silencioso, fraternal. Donde dos o más Sacerdotes de mi Movimiento se encuentran por Mí, allí está el cenáculo. En el Cenáculo estaban los Apóstoles con María, Madre de Jesús. En estos Cenáculos quiero reunidos a los Sacerdotes de mi Movimiento Conmigo, la Madre de Jesús y Madre especialísima de ellos. ¿Por qué los quiero unidos en Cenáculos Conmigo? — Para estar Conmigo: para que Yo misma los pueda nutrir y formar, hacerlos crecer en la perfecta consagración a Mí; para que verdaderamente sean sólo mis Sacerdotes y en ellos y por ellos Yo todavía me pueda manifestar. — Para orar sobre todo Conmigo: cuando mis Sacerdotes oran, unidos entre sí y Conmigo, ¡qué eficacia tiene su oración! Porque entonces soy Yo misma quien en ellos cumplo mi oficio maternal de interceder ante Dios por todos mis hijos. Unidos entre sí y Conmigo en la celebración de la Santa Misa, en la recitación de la Liturgia de las Horas, en el rezo del Santo Rosario. ¡Esta es mi oración! El Rosario es el arma que Yo doy a estos hijos míos para combatir en las próximas grandes batallas que les esperan. — Para amarse y vivir en verdadera fraternidad en compañía de la Madre. Hoy es necesario que mis Sacerdotes se conozcan, se ayuden, se amen de verdad, sean como hermanos reunidos por la Madre. ¡Hay demasiada soledad, hay demasiado abandono para mis Sacerdotes!… No los quiero solos: ayúdense, ámense, siéntanse y sean todos verdaderamente hermanos. — Para esperar los momentos decisivos que se aproximan cada vez más. Está cercano el tiempo en que algunos de mis pobres hijos Sacerdotes, engañados y seducidos por Satanás, saldrán abiertamente a ponerse contra mi Hijo, contra Mí misma, contra la Iglesia y el Evangelio. ¡Entonces el escuadrón de mis Sacerdotes, preparados y guiados por mí, deberá salir a campo abierto para proclamar con coraje y delante de todos la Divinidad de mi Hijo, la realidad de todos mis privilegios, la necesidad de la Iglesia Jerárquica unida con y bajo el Papa, y todas las verdades contenidas en el Evangelio! Muchos Sacerdotes, inciertos y casi vencidos por la tempestad, seguirán su ejemplo y volverán al camino de la salvación. Por ahora prepárense Conmigo en la espera. Que sus encuentros sean verdaderos Cenáculos de vida Conmigo, de oración, de fraternidad, de espera…”