Mensaje de 29 de julio de 1973
El corazón de mis Sacerdotes.
«Permanece siempre en mi Corazón, y en todo momento encontrarás la paz. ¡No te preocupes por lo que debas hacer!
Todo el que se ha consagrado a Mí me pertenece totalmente y no puede en ningún momento de la jornada disponer de sí libremente.
Estando Conmigo, Yo misma te diré en cada momento lo que me gusta que tú hagas y entonces tu obrar será siempre según mi querer.
Te tomaré Yo misma de la mano y haremos juntos todo. Yo contigo soy como una madre que está enseñando a dar los primeros pasos a su niño.
Después de haberte arrancado definitivamente de mi enemigo, ahora estás dando los primeros pasos en el camino del amor: ¡Cuán necesario es que Yo esté junto a ti!
¡Soy tan Madre para ti! Soy además muy celosa de ti, como soy madre buena, pero celosa, de todos los Sacerdotes de mi Movimiento. Ellos deben comprender que para pertenecer al Movimiento no se necesita ninguna cosa externa, ningún acto jurídico; pero es indispensable la interior consagración de sí-mismo, la ofrenda total de su Sacerdocio a mi Corazón Inmaculado.
Diles que sólo esto pido, que sólo esto deseo de ellos.
Diles que ésta es la primera cosa verdaderamente importante que deben hacer para pertenecer ami Movimiento Sacerdotal.
Que se entreguen a Mí como niños haciéndome donación de todo y renunciando al apego a cualquier cosa, aunque bella, honesta, aunque virtuosa, pero que no sea Yo misma (…).
Les haré entender cómo deberán despegarse de todo y vivir sólo para mi Jesús; cómo deberán defenderlo de todo ataque, amarlo sin reservas en el cumplimiento a la letra del Evangelio.
Los prepararé para cosas grandes y los haré invencibles en las batallas decisivas.
¡Que se entreguen totalmente a Mí: tendrán señales seguras de mi ternura de Madre hacia ellos!»