Mensaje del 28 de diciembre de 1973
Fiesta de los Santos Inocentes
Mi Iglesia será renovada.
«Tú debes ser, hijo, el consolador de mi Corazón Inmaculado. Por esto debes vivir en cada momento fuera de ti mismo, indiferente a todo problema personal. Si me amas, si eres todo mío, si eres mi consolador, ¿cómo puedes tener aún problemas personales?, ¿cómo puedes aún querer o desear algo? Te he dado las dimensiones de mi Corazón y mis cosas deben ser las tuyas, mis deseos deben ser tus deseos, mis preocupaciones, mis sufrimientos, deben ser también los tuyos. Tú serás feliz sólo cuando permanezcas siempre y en todo momento en mi Corazón Inmaculado. Cuántas espinas afligen a mi Corazón: las almas que se alejan de mi Hijo, incluso entre las fieles, cada día van en aumento. Las que hasta ayer eran almas buenas, generosas, arrastradas por la confusión general, se vuelven almas temerosas, inseguras, casi paralizadas. Las espinas más dolorosas me las proporcionan los hijos por Mí más amados y predilectos: Los Sacerdotes. Al lado de los que cada día traicionan, como Judas, a mi Hijo Jesús y a su Iglesia, ¡cuántos son ya los vacilantes, los inseguros, los infieles! Celebran la Santa Misa, administran los Sacramentos y ya no tienen fe… Sus sacrilegios han llegado ya al límite que no puede ser rebasado sin que sea vilipendiada la misma Justicia de Dios. ¡Si supieran estos hijos míos infieles las horribles pruebas que les esperan, oh, quizá se arrepentirían!… Al contrario, marchan inconscientes al encuentro de su gran castigo y en el momento decisivo no estarán preparados. Ahora comprende, hijo, cuánto obro Yo misma entre las almas fieles de mis Sacerdotes. Los llamaré y ellos me responderán; los cubriré con mi manto inmaculado y serán invencibles. Jesús derramará sobre ellos el Espíritu que ha llenado mi alma y serán transformados. Les daré, como sabe hacer la Madre, a mi Hijo Jesús y a Él sólo escucharán, a Él sólo amarán, a Él sólo anunciarán fielmente según el Evangelio. Y por ellos será enteramente renovada mi Iglesia. ¿Qué debo hacer —me preguntas— para propagar en todo el mundo el Movimiento Sacerdotal? Tú permanece sólo en Mí, siempre, en cada momento, en oración: Yo misma lo haré todo, hijo, porque ésta es mi hora. Yo te pido sólo creer, orar, sufrir, dejarte conducir de la mano y pronto verás mis maravillas. Del año que está ya por terminar puedes aprender muchas cosas. Conmigo no errarás al leer los verdaderos signos de los tiempos, de estos tiempos tan atribulados, pero por Mí tan bendecidos.»