Mensaje del 19 de diciembre de 1973 en Dongo
El triunfo de mi Corazón Inmaculado.
«Esta mañana, hijo, has venido con tu madre a mi Santuario, ante la imagen de la Virgen de las Lágrimas (…). Te he escogido cuando eras todavía un niño y siempre te he conducido de la mano. Luego, jamás te he abandonado, ni siquiera cuando mi Adversario se había enfurecido contra ti y te había arrancado de Mí y estaba ya seguro de haber vencido para siempre. Por ello entonces tuviste que sufrir mucho; has debido caminar a menudo en la oscuridad y en el abandono, como desesperado de que no escuchase tu llanto y tus gritos de auxilio. Mas todo ha sido para un gran designio mío: te parece ahora entrever algo y tu corazón se inunda de alegría; pero lo más bello, lo más importante todavía, hijo, tiene que suceder. Te he elegido y te he preparado para el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo, y éstos son los años en que llevaré a cabo mi designio. Causará estupor a los mismos Angeles de Dios; alegría a los Santos del Cielo; consuelo y gran aliento a todos los buenos de la tierra; misericordia y salvación para un gran número de mis hijos extraviados; condenación severa y definitiva para Satanás y sus muchos secuaces. En el mismo momento en que Satanás se haya sentado como dueño del mundo y se crea ya vencedor seguro, Yo misma le arrancaré de las manos la presa. Se encontrará como por encanto con las manos vacías y al final la victoria será sólo de mi Hijo y Mía: éste será el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. ¡Si supieran todos los Sacerdotes de mi Movimiento con qué cuidado han sido elegidos por Mí, trabajados y plasmados para prepararlos a esta gran misión! Cada cosa —hasta la más insignificante— tiene en sus vidas un preciso y profundo significado. Por eso, debe habituarse cada uno a leer Conmigo en el libro estupendo de su propia existencia. Les daré el don de la Sabiduría del corazón y comprenderán Conmigo el porqué de cada una de sus cosas. El porqué de muchas incomprensiones; el porqué de sus sufrimientos, el porqué de sus abandonos, el porqué incluso de sus caídas. ¡Oh, cuántos momentos de oscuridad y de agonía han debido experimentar en su existencia estos hijos por Mí tan amados! Pero han sido para ellos momentos necesarios y fecundos; para que Yo tomase posesión de ellos más perfectamente; para que los desligase de todo: de su modo de ver, de sentir, de los fáciles apegos a las cosas, a los resultados, al bien, al buen éxito; para que aprendieran a ser sólo míos, a vivir sólo para Mí, realizando solo mis deseos. He querido que tuviesen la impresión de no servir para nada, de ser tenidos por poca cosa. Les he dado el gran don de la humildad de corazón, de la infancia del espíritu, para que pudieran sentirse solo míos y perdieran así el apoyo y la confianza en cualquier otra cosa que no sea Yo misma. Pero será con estos mis pobres hijos, burlados y pisoteados, con quienes Yo haré realidad mi gran designio. Por eso, cada uno entréguese totalmente y en todo momento a Mí: Yo les hablaré y les manifestaré mis deseos. No tengáis miedo a las dificultades y a las incomprensiones que encontréis en vuestro camino. Yo estaré con vosotros y vosotros, a pesar de todo, estaréis siempre alegres. Para vencer la batalla que se aproxima os quiero dar un arma: la oración. Olvidaos de toda otra cosa y habituaos a utilizar sólo esta arma. Los tiempos decisivos han llegado y no hay ya tiempo para ciertas cosas vanas y superfluas. No hay ya tiempo para inútiles discusiones, no hay ya tiempo de charlas y de proyectos: éste es sólo tiempo de oración. Sacerdotes de mi Movimiento, ofreceos a Mí para que Yo misma, en vosotros y con vosotros, pueda siempre rogar e interceder ante mi Hijo por la salvación del mundo. Tengo necesidad de vosotros y de vuestra oración para llevar a cabo el gran designio del triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo.»