Este es quién cargó sobre sí los dolores de todos. He aquí el que fue muerto en Abel, atado en Isaac, exiliado en Jacob, vendido en José. He aquí el que fue expuesto a las aguas en Moisés e inmolado en el cordero. Este es el que se encarnó en el seno de la Virgen, el que fue clavado en la cruz y sepultado en la tierra, el que resucitó de entre los muertos y subió a lo alto de los cielos. El es el cordero que no abre su boca, el cordero inmolado, el cordero que nació de María, cordera sin mancha. El resucitó de entre los muertos y resucita al hombre de la profundidad del sepulcro.
Melitón de Sardes
SIETE PALABRAS [1]
PRIMERA PALABRA
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
(Lc. 23,34)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz, a fin de pagar con vuestras penas la deuda de mis pecados, y abristeis vuestra divina boca para obtenerme el perdón de la justicia eterna: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre derramada por nuestra salvación, concedednos un dolor tan vivo de nuestras culpas que nos haga morir en el seno de vuestra infinita misericordia.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
SEGUNDA PALABRA
En verdad, en verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso
(Lc. 23,43)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y que con tanta prontitud y liberalidad correspondisteis a la fe del buen ladrón que os reconoció por Hijo de Dios en medio de vuestras humillaciones, y le asegurasteis el Paraíso: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mi en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, haced que revive en nuestro espíritu una fe tan firme y constante que no se incline a sugestión alguna del demonio, para que también nosotros alcancemos el premio del santo Paraíso.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
TERCERA PALABRA
Mujer, he ahí a tu hijo; hijo he ahí a tu madre
(Jn. 19, 26-27)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y olvidando vuestros sufrimientos nos dejasteis en prenda de vuestro amor vuestra misma Madre Santísima para que por su medio podamos recurrir confiadamente a Vos en nuestras mayores necesidades: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mi en aquella hora postrera; y por el interior martirio de una tan amada Madre, reavivad en nuestro corazón la firme esperanza en los infinitos méritos de vuestra preciosísima Sangre, a fin de que podamos evitar la eterna condenación que tenemos merecida por nuestros pecados.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
1. Las siete palabras de Cristo en la cruz fueron recopiladas y analizadas en detalle por vez primera por el monje cisterciense Arnaud de Bonneval (+1156) en el siglo XII. A partir de ese momento las consideraciones teológicas o piadosas de esas palabras se multiplican. Pero fue san Roberto Berlarmino (Doctor de la Iglesia, 1542-1621) quién más impulsó su difusión y práctica al escribir el tratado Sobre las siete palabras pronunciadas por Cristo en la cruz. Desde entonces se propagó la costumbre de predicar el tradicional «sermón de las siete palabras» en la mañana o mediodía del Viernes Santo.