EL PALACIO DE EL PARDO [1]
A catorce kilómetros de Madrid, aguas arriba del Manzanares, se encuentra el Real Sitio de El Pardo, rico y llamativo por sus seculares encinas, jaras y pinos. Enrique III, que gustaba mucho de tan bello paisaje, hizo levantar en 1405 la primera casa de campo, en la que acostumbraba pasar largas temporadas.
El Emperador Carlos V sustituyó esa casa por un suntuoso palacio, edificado en 1547 según los planos del arquitecto Luis de Vega. Felipe II continuó con gran entusiasmo las obras de esta regia mansión, donde se encuentran interesantes y valiosas obras de arte. Las firmas de Tiziano, Antonio Moro, Sánchez Coello, Sofonisba de Anguesciola, Lucas de Heere, etc., pueden admirarse en las maravillosas pinturas que adornan sus paredes.
El 13 de marzo de 1604 un incendio destruyó parte del palacio, que Felipe II hizo reconstruir prontamente. Carlos III ordenó su ampliación, la que se llevó a cabo bajo la dirección de Francisco Sabatini en 1772. Y el mismo monarca dispuso más tarde la formación de un pueblo en sus inmediaciones.
CONVENTO DE PP. CAPUCHINOS
A un kilómetro, al oeste del pueblo, en una altura que domina el monte de El Pardo, se levanta el convento de PP. Capuchinos, con su iglesia de reducidas proporciones y, en ella, la capilla del Santísimo Cristo yacente.
Felipe III trajo a este sitio a los Capuchinos. Su primer convento, enteramente provisional, data de 1612. A los dos años, el 21 de noviembre de 1614, se inauguraba el segundo; su iglesita tenía por titular Nuestra Señora de los Ángeles. Por fin, en 1638, se ponía la primera piedra del actual, inaugurado el 9 de octubre de 1650, el mismo año en que Francisco Ricci firmaba el grandioso cuadro del altar mayor, que representa a Nuestra Señora de los Ángeles, teniendo a su derecha a San Felipe y a su izquierda a San Francisco. Con más de tres siglos de existencia, se ve aún su vetusta fábrica mirando al Guadarrama, rodeada de pintoresca plaza, llena de pinos. Actualmente, junto al convento, funciona el Seminario de Misiones, de los PP. Capuchinos, donde se forman doscientos seminaristas.
Antes de 1836 había en este convento y en la iglesia cerca de quinientos cuadros, gran parte de ellos regalo de los monarcas españoles y en su mayoría de firmas de renombre en la historia de la pintura. Hoy sólo pueden admirarse unos pocos de Ricci, Ribera, Bartolomé González, Lucas Jordán y algunos más. Muy visitada es la capilla de la Divina Pastora, donde se venera una bellísima talla de la Virgen bajo esta advocación franciscana, obra de M. Bellwer, el autor del «Ángel Caído» del Retiro madrileño.
LA IMAGEN DEL SANTÍSIMO CRISTO
La joya artística más preciada de la iglesia fue siempre, y continúa siendo, esta imagen, venerada en su grandiosa capilla, de forma octogonal.
Para conmemorar el nacimiento de su primogénito, el Viernes Santo de 1605, encargó Felipe III al famoso escultor vallisoletano Gregorio Hernández una imagen de Cristo yacente. Según tradición, la tercera vez que lo intentó logró el artista su deseo en el remate de la cabeza. De él es esta frase: «El cuerpo lo hice yo, mas la cabeza la hizo el mismo Dios». Lo que no puede negarse es que, de las varias imágenes de Cristo yacente obra de Hernández, ésta es su mejor talla, y de ella destaca la maravillosa cabeza.
Felipe III la tuvo en gran veneración en su palacio de Valladolid y consigo la trajo al de Madrid. En 1615 la donó al convento de Capuchinos de El Pardo, quienes desde un principio le tributaron solemnes cultos en capilla particular. La actual, de nueva planta, data de 1833 y se construyo según proyecto de Isidro Velázquez.
A este apartado rincón de El Pardo han venido a venerarla todos los reyes de España y las más altas personalidades de la Corte, que han sentido hondo fervor ante este Cristo yacente.
Dos veces ha salido la imagen de su capilla: durante la invasión francesa, para ser escondida, y en 1936, para ser llevada a lugar seguro. Así pudo salvarse de la destrucción, suerte que corrieron el altar y la urna. En octubre de 1939 fue de nuevo traída procesionalmente desde Madrid a la propia capilla, y poco después el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, costeó personalmente la urna y altar actuales, obra del orfebre madrileño Félix Granda.
Aquí te espera también a ti, devoto peregrino, corazón enamorado de Cristo y de las cosas bellas, esta imagen del Santísimo Cristo de El Pardo.
Y cuando te encuentres ante este hermoso Cristo yacente, en paz y muerte tan puras», salga de tu corazón y de tus labios esta tierna plegaria:
Hoy llego a Ti, peregrino,
en busca de tu perdón.
Con mi andariego bordón
te hallé, al fin, en mi camino.
Al volver tras mi destino,
sólo te pido, Jesús,
que, al irme yo con mi cruz,
dejes contigo encerrado
mi corazón perdonado
antes que expire la luz.