LAMENTACIÓN EN LAS TRIBULACIONES San Agustín
Ante tus ojos, Señor, ponemos nuestras culpas, y junto a ellos ponemos los castigos recibidos.
Si pesamos el mal que hemos hecho, es menos lo que padecemos y más lo que merecemos.
Es más grave lo que cometimos, y más leve lo que sufrimos.
Sentimos la pena del pecado, y no quitamos la pertinacia del delito.
En tus castigos se aniquila nuestra debilidad, mas no se muda nuestra iniquidad.
Se inclina el espíritu dolorido, pero no se doblega la cerviz.
Nuestra vida suspira en el penar, pero no se enmienda en el obrar.
Si esperas, no nos corregimos; si castigas, no lo sufrimos.
Mientras dura el castigo, confesamos lo que pecamos; cuando pasa tu visita, olvidamos lo que lloramos.
Si extiendes tu mano, prometemos obrar bien; si suspende el golpe, no pagamos lo prometido.
Si hieres, clamamos para que perdones; si perdonas, de nuevo provocamos para que hieras.
Tienes, Señor, reos confesos; reconocemos que si nos perdonas, es justo que nos castigues.
Concédenos, oh Padre omnipotente, aunque no lo merezcamos, lo que pedimos, pues hiciste de la nada a los que te lo pedimos. Por Cristo Nuestro Señor. Así sea.