SAN RAFAEL ARNÁIZ BARÓN
1911-1938
NOVENA
Comenzar todos los días de la novena rezando el acto de contrición. Rezar a continuación la oración del día que corresponda:
DÍA PRIMERO
¡Qué grande es Dios! A ti te da el Señor en mí un hermano, y a mí me da en ti un alma a quien ayudar para que practique esa caridad que Jesús nos ha enseñado: «Amaos los unos a los otros como Yo os he amado». ¡Qué consuelo tan grande, es verse amado por Cristo y en Cristo, sobre todo cuando estamos en desolación, y el Señor nos da una prueba! Besa con cariño inmenso la mano bendita de Dios, que da la salud cuando quiere y la quita cuando le place.
En mis oraciones delante de la Virgen María, allí, bajo su manto, a Ella, de quien recibimos todo, le pido por ti. La Virgen María me atiende siempre cuando es bueno le que le pido.
Terminar con la oración final de todos los días.
DÍA SEGUNDO
No temas; el Señor me ha puesto en tu camino; para algo será… ¿Te puedo ayudar?; pues te ayudo: es un consuelo que el Señor me da, y muy grande. ¿Necesitas un apoyo material, quizás un consuelo humano?; pues sea: el Señor así lo ha dispuesto. No hay dolor que no tenga compensación en esta o en la otra vida, y que, en realidad, para ganar el Cielo se nos pide muy poco.
¡Cómo me consuela saber que has llorado a los pies de la Virgen! ¿Verdad que Ella consuela? Te aseguro que de la Virgen lo espero todo. ¡Si vieras!… ¡Es tan buena la Virgen! No hay pena que Ella no dulcifique, no hay alegría que Ella no santifique.
Terminar con la oración final de todos los días.
DÍA TERCERO
Si con sencillez me dices que yo puedo ayudarte, también sencillamente te diré que todo lo que soy y puedo lo tienes ya; me uno a tus oraciones. Muchas veces al pensar en el «Pedid y recibiréis» y en lo miserables que somos, incluso en el pedirle a Dios, me decía: «Señor, nada os pido»; pero en ese nada tan seco va encerrado todo lo que me podéis dar, y que yo no acierto a comprender. Como veis, Señor, nada os pido, y sin embargo os lo pido todo.
Con Jesús y María a mi lado lo puedo todo. ¡Sería todo tan fácil si acudiéramos a la Señora! A mí me ha sacado adelante en muchas ocasiones.
Terminar con la oración final de todos los días.
DÍA CUARTO
Dios me ha escuchado y me escucha; lo sé y lo veo… Sabía que Dios me quería, ¡pero podamos hacer algo: quisiera que a mi alrededor no hubiera más que almas que le amaran mucho. ¡Qué bueno es el Señor, qué sencillos sus caminos! Parece que está esperando que tengamos cualquier dificultad para alargarnos una mano y tendernos su ayuda. Te aseguro que es muy dulce abandonarse en manos de tan buen Padre.
Ama mucho a la Virgen, y esto te ayudará para amar a Dios. ¡Qué suave y dulce es consagrarse a Maria! A mí no me negó nada desde el primer día de mi vida religiosa.
Terminar con la oración final de todos los días.
DÍA QUINTO
Verdaderamente que vuestra situación es apurada, pero ten fe y confía: el Señor, cuando a El se le deja hacer, no hace las cosas a medias, y, o todo termina pronto, o lo arregla. ¡Qué más da, si es El el que lo dispone! Animo, querido hermano; no quieras aliviar tu sufrimiento, tampoco quieras aumentarlo, no quieras nada. ¡Qué bueno es tener que sufrir!… No te quiero quitar nada, pero estoy a tu lado en todo. Ya verás como todo se arregla…, y se arregla bien, estoy seguro.
Te aseguro que si acudiéramos siempre a María seria otra cosa de nosotros. A mí siempre me ha servido de mucho; casi todo se lo debo a Ella, hasta mi vocación. Ya verás como la Virgen os ha de arreglar vuestros asuntos, estoy seguro. Mira: tienes que ayudarme junto a Ella; más podrán dos que uno.
Terminar con la oración final de todos los días.
DÍA SEXTO
¡Bendito sea el Señor! ¡Qué cosas hace! Nosotros no sabemos; pero, aunque parece que desencadena sobre la Humanidad la cruz y el dolor, ¡qué suaves se hacen éstos cuando vemos que el Señor es el que lo hace! ¡Si vieras…, es tan agradable y tan dulce estar en las manos de Dios! No te apures, no llores ni te aflijas por «penas que pasan», y aunque no pasaran y en la cruz tuviéramos que estar hasta el fin del mundo, ¡es tan bueno Jesús y tanto nos ama!
Todo, absolutamente todo, en nuestra vida está en manos de María; de manera que no hay que preocuparse, que Ella lo arreglará todo: ponte en sus manos y confía.
Terminar con la oración final de todos los días.
DÍA SÉPTIMO
Pobre alma que sufres…, ¿buscas descanso? Ni en nada ni en nadie lo hallarás; cállate un poquito, busca un sitio en tu alma, muy oculto, muy silencioso, y en él pon un poco de amor a Jesús, y, ya verás, ni penas ni alegrías turbarán tu paz, y aun la espera se hace dulce, ¡Jesús en el alma! Todo, todo se arregla mirando a Jesús.
Todos, todos llevamos dentro algo que, después de Dios, sólo María puede comprender y puede consolar: ese algo es criatura, ese algo es necesidad humana, es cariño, a veces dolor, ese algo que Dios puso en nuestras almas, y que las criaturas no pueden llenar, para que así busquemos a María; a María, que fue Esposa, que fue Madre, que fue mujer. ¿Quién mejor que Ella para comprender, para ayudar, para consolar, para fortalecer?
Terminar con la oración final de todos los días.
DÍA OCTAVO
«Bienaventurados los que lloran», dijo Jesús en la tierra, a orillas del lago, y una turba de enfermos, tullidos, pobres y pecadores le seguían. Y yo creo que al posar en Jesús los ojos, teñidos antes por el llanto, ahora reían gozosos y bendecían sus lacras y sus miserias, que era lo que les unía a Jesús. Y Jesús curaba, y Jesús consolaba, y Jesús, el tierno Jesús, perdonaba.
La escena se repite; sólo que Jesús no está en persona en el lago Tiberíades, Jesús está en el Sagrario. Allí recibe a sus amigos, allí los consuela, los cura y los perdona. ¡Qué intimidad tan grande la de Jesús con los que lloran! ¡Benditas lágrimas, penas y enfermedades, que son nuestro tesoro!
¡Qué bueno y qué grande es Dios, que nos ofrece el corazón de María como si fuese el suyo! ¡Qué bien conoce nuestra miserias que nos pone ese puente… que es María!
Terminar con la oración final de todos los días.
DÍA NOVENO
Dios me lleva de la mano por un campo donde hay lágrimas, donde hay guerras, hay penas y miserias, santos y pecadores; me pone cerca de la Cruz y, enseñándome con la mirada todo eso, me dice: «Todo eso es mío, no lo desprecies; ama a las criaturas, que son mías». ¡Qué alegría tan grande es verse querido de Dios, contarse en el número de sus amigos, seguirle paso a paso en Jerusalén con los ojos fijos en su rostro!
Sólo puedo decirte que con la ayuda de María lo que podemos hacer es esperar. ¡Qué dulce es esperar para el que espera! ¡Qué dulce es esperar con los ojos cerrados y el corazón abierto! jQué dulce es esperar pensando en Dios y debajo del manto de María! Sí, querido hermano, «en sólo Dios tengo puesta mi esperanza», y esa esperanza es Maria».
Terminar con la oración final de todos los días.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Señor Omnipotente, que glorificas a los humildes y abates a los soberbios, te suplicamos por la gloria de tu Santo Nombre ensalces la memoria de tu Siervo Rafael, concediéndonos la gracia que te pedimos por intercesión del mismo, que vivió y murió para glorificarte a Ti, Señor, que con el Hijo y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria, Credo y Salve.
1. Los textos de la novena proceden de los escritos del san Rafael Arnáiz. [Volver]