Mensaje del 8 de diciembre de 1980
Fiesta de la Inmaculada
La gran misericordia
« Hijos predilectos, hoy os recojo a todos bajo mi manto inmaculado. Es el escudo con el que os cubro para defenderos de todo ataque en la gran batalla a la que os llamo. Debéis revestiros de este poderoso escudo, que os doy para vuestra defensa y salvación. ¡Cuán numerosas son hoy las asechanzas de mi Adversario, que parece está alcanzando ya la cima de su gran ofensiva! De todas las maneras y con los medios más engañosos trata de seduciros con tal de lograr matar el alma, heriros con el pecado y así alejaros de Jesús, que es vuestro único Salvador. La humanidad entera está infectada de este invisible veneno, y tiene necesidad de ser curada por el amor misericordioso de Jesús; que se manifestará a vosotros de manera extraordinaria, a través de la intervención de vuestra Madre Inmaculada. El Arma de combate que os entrego es la cadena que os une a mi Corazón: el Santo Rosario. Hijos predilectos, recitadlo con frecuencia, porque sólo con vuestra sacerdotal oración, recogida en mi Corazón Inmaculado, podremos en estos tiempos mover, casi forzar a manifestarse la gran Misericordia de Dios. En la hora en que todo parezca perdido, todo se salvará por el amor misericordioso del Padre, que se hará visible a través de la mayor manifestación del Corazón Eucarístico de Jesús. El estandarte, bajo el cual os reúno, es el de Jesús Crucificado, que debe ser enarbolado por vosotros, porque también para vuestra perversa generación, no hay otra salvación sino en la Cruz de Cristo. Con la corona del Rosario en una mano y en la otra el estandarte del Crucificado, luchad ya en la fase decisiva de la batalla. Mi materna intervención ha sido solicitada vehemente por la esperanzada oración de mi primer hijo predilecto, el Papa, que ha invocado para vosotros la misericordia de Dios. Su potente grito ha penetrado en el Cielo y ha movido mi Corazón de Madre a apresurar los tiempos de la victoria (…). Por esto hoy os alisto en mi ejército y os entrego el escudo, el arma y el estandarte para el combate. A todos os conforto y os bendigo.»