Mensaje del 24 de julio de 1974
Mi triunfo y el de mis hijos.
“Camina en la simplicidad. Yo te llevo de la mano y tú sígueme siempre. Déjate conducir por Mí; déjate alimentar por Mí, déjate mecer por Mí: como un niñito en mis brazos. Puesto que Satanás hoy ha engañado a la mayor parte de la humanidad con la soberbia, con el espíritu de rebelión a Dios, ahora sólo con la humildad y con la pequeñez es posible encontrar y ver al Señor. Causada por la rebelión contra Dios, por este orgullo que sólo proviene de Satanás, es la oleada de la negación de Dios, del ateísmo que amenaza verdaderamente con seducir a gran parte de la humanidad. Este espíritu de soberbia y de rebelión ha contaminado también a una parte de mi Iglesia. Engañados y seducidos por Satanás, aun aquellos que deberían ser luz para los demás, ahora no son más que sombras que caminan en la obscuridad de la duda, de la incertidumbre, de la falta de fe. Ya dudan de todo. ¡Pobres hijos míos, cuanto más ustedes busquen solos y con sus propias fuerzas la luz, tanto más caerán en la obscuridad! Hoy es necesario volver a la simplicidad, a la humildad, a la confianza de los pequeños, para ver a Dios. Para lo cual Yo misma me estoy preparando este escuadrón: mis Sacerdotes, a quienes haré cada vez más pequeños para que puedan ser colmados de la luz y del amor de Dios. Humildes, pequeños, abandonados y confiados, todos se dejarán conducir por Mí. Su débil voz tendrá un día el clamor de un huracán, y uniéndose al grito de victoria de los Angeles, hará resonar en todo el mundo el potente grito: “¿Quién como Dios? ¿Quién como Dios?” Será entonces la definitiva derrota de los soberbios y el triunfo mío y de mis pequeños hijos.”