Mensaje del 24 de diciembre de 1981
Noche Santa
En la cuna del sufrimiento
«Hijos predilectos, velad Conmigo en la oración y en la espera. Es la Noche Santa. En el momento en que el más profundo silencio envuelve todas las cosas, se abre sobre el mundo la gran oración de la Madre, que penetra en el Cielo, y lo abre para hacer descender sobre vosotros a mi Vástago divino. Miro a sus ojos, siento el latir de su corazoncito, acaricio con mis manos maternales sus manitas. Y lo recuesto sobre la cuna, formada por un mísero pesebre, en medio del frío punzante de la noche y del hielo que cierra el corazón de todos. La cuna en que deposito a mi Celeste Niño, en esta Noche Santa, está formada por el sufrimiento y el padecer de todos. También en esta Navidad, la oración de vuestra Madre se hace más intensa. Llega al dolor de todos y a la desesperación de muchos hijos míos. Miro la pasión del pueblo polaco, que fue consagrado enteramente a Mí, y que en estos últimos días, “mi Papa” me lo ha confiado repetidamente. Está viviendo las horas dramáticas de su Calvario y lleva la Cruz de un sufrimiento mortal. Miro, con materna preocupación, a sus hijos que sufren el frío y el hambre; a sus jóvenes encarcelados y deportados; a sus familias divididas; a sus hombres, que sostienen una lucha desigual para defender sus derechos humanos; a sus mujeres que derraman tantas lágrimas amargas. En esta Navidad el pueblo polaco, mi predilecto, se hace signo de llamada para todos y símbolo de lo que le espera a la pobre humanidad. En la cuna de este inmenso sufrimiento deposito hoy a mi Celeste Niño. Orad para que se abran a El todos los corazones. ¡Abrid de par en par las puertas a Jesucristo que viene! En el momento de vuestra mayor tribulación brotará de su Navidad mucha luz para un nuevo nacimiento de toda la humanidad.»