Mensaje del 9 de agosto de 1978
En la muerte del Papa.
«Mañana, hijo mío queridísimo, terminarás este breve período de reposo. He querido que estés aquí, junto a tu Director Espiritual, y con estos niños tan frágiles y humanamente limitados, pero a quienes mi Corazón ama con predilección. Son sólo la pequeñez y la fragilidad las que atraen sobre vosotros mi predilección materna. Has vivido con ellos con tanta sencillez. Has pasado este período en la oración, en el recogimiento interior y en la vida de unión Conmigo. Conmigo has pasado también estos momentos de dolor que la Iglesia está viviendo por la muerte de su Supremo Pastor, del Vicario de mi Hijo Jesús, el Papa Pablo VI. El ha sido verdaderamente un gran don que el Corazón de Jesús ha dado a la Iglesia. Su misión está cumplida. Así como sobre esta tierra le habéis estado muy cercanos con la oración y con vuestro amor, así ahora El desde el Paraíso, con su poderosa ayuda de intercesión, estará cerca de vosotros para ayudaros a cumplir vuestra misión…»