Mensaje del 13 de julio de 1978 en Roma
Aniversario de la 3.- Aparición en Fátima
Vuestra pública misión.
«Hijos míos predilectos, estáis aquí Conmigo, reunidos en un cenáculo de oración y de amor. Os he llamado de muchas partes del mundo y habéis venido. Ahora estáis haciendo vuestros ejercicios espirituales para que, durante estos días, os pueda formar y preparar en vista de lo que os espera. Todo lo que os he predicho desde hace tiempo está a punto de realizarse. Por esto debe cumplirse lo más pronto posible el designio que tengo sobre cada uno de vosotros. Os habéis consagrado al Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celeste. Así participáis en mi propio designio, que no es otro que derrotar a Satanás, artífice primordial del pecado y de todo el mal que se ha difundido en el mundo. Caminad Conmigo, y entonces vosotros mismos seréis, en medio del mundo, luz inmaculada que vencerá las tinieblas del mal y del pecado. Por esto os he invitado a todos a que entréis en lo íntimo de mi Corazón, con el fin de realizar en vosotros una verdadera transformación. Estáis aquí, en la ciudad donde vive, sufre y se inmola el Vicario de Jesús, el primero de mis hijos predilectos, el Papa. He querido que estéis junto a Él para que le ayudéis, ya desde ahora, en la última y más dolorosa etapa de su camino. En vosotros, y a través de vosotros, Yo misma me hago presente junto a la Cruz en la que el Santo Padre está viviendo las horas de su agonía. Por esto, en este Cenáculo, el Corazón Inmaculado de vuestra Madre ha hecho que, con la oración y con el amor, os orientéis constantemente hacia su cándida persona. Ante vosotros está continuamente mi Hijo Jesús, que os mira con particular predilección, presente bajo la blanca apariencia del pan de la Eucaristía. Vuestro Cenáculo ha sido verdaderamente eucarístico: a Jesús, presente en la Eucaristía, se ha orientado vuestra oración, vuestro amor, vuestra vida. Estáis llamados a ser cada vez más los apóstoles y los nuevos mártires de Jesús presente en la Eucaristía. Por esto debe crecer vuestro espíritu de reparación, vuestra adoración, vuestra vida de piedad. El Corazón eucarístico de Jesús hará cosas grandes en cada uno de vosotros. Sed dóciles: es lo que más me gusta y a vosotros os cuesta más. Sed dóciles: he ahí lo que con frecuencia no conseguís ser y por lo que se entristece el Corazón de vuestra Madre Celeste cuando, a pesar de vuestra buena voluntad, corresponde en la práctica poca docilidad. Os he elegido para un designio que sólo más tarde llegaréis a comprender plenamente. Como para los Apóstoles, el Cenáculo precedió a la plenitud de su misión hasta el martirio: así será también para vosotros. Los tiempos de vuestra pública misión han llegado ya. Reunid a mis hijos predilectos; creced en torno a Mí avanzando por el camino que os he trazado. Esta es la hora de vuestro testimonio. En el Corazón de vuestra Madre Celeste, id ya por todo el mundo a cumplir la misión que mi Hijo ha confiado a cada uno de vosotros.»