Mensaje del 24 de diciembre de 1982
Noche Santa
Dios está con vosotros
«Un gran silencio envuelve al mundo. La oscuridad lo cubre todo. Los corazones velan en la oración y en la espera. Una sensación de confiada esperanza abre de par en par las puertas cerradas por el odio y el egoísmo. Las fuerzas del Infierno se sienten de improviso sobrepujadas por una nueva fuerza de amor y de vida. En la tiniebla se enciende una claridad. En el silencio se escuchan armonías de cantos celestiales. Y en el cielo de improviso aparece una gran Luz. Es la noche Santa. Esta Luz envuelve la pobre gruta, donde va a suceder el mayor acontecimiento de la historia. La Madre Virgen os da a su Hijo, que nace pobre e indefenso, tembloroso y necesitado de todo, tierno y gimiente como un corderillo, que transparenta ya en su cuerpecillo el gran misterio de la mansedumbre y de la misericordia. La vida de todo hombre toma un nuevo sentido a partir de esta noche, porque el Niño que nace es también su Dios. Es hombre como vosotros y es Dios con vosotros. Es el Emmanuel vaticinado desde siglos. Es vuestro hermano. Es el corazón del mundo. Es el palpitar de una vida inmortal. Es la caricia a todo sufrimiento humano. Es la victoria sobre toda derrota. Es el bálsamo para la llaga del egoísmo, del odio, del pecado. Es la luz que resplandece para siempre a los que caminan en las tinieblas. Es la única esperanza de este mundo extraviado. Con voz preocupada de Madre que oye las miles de voces que todavía le rechazan, y escucha con espanto las miles de puertas que aún le cierran el paso, os repito: no temáis, Dios está con vosotros. ¡Hoy ha nacido para todos un Salvador! Con el corazón herido por tanto hielo como todavía cubre los caminos del mundo, y con el alma desolada por el gran rechazo de Dios, que ha convertido a la Tierra en un inmenso desierto, frente a una tan vasta desesperación os repito: No temáis: Dios está con vosotros. Lo está sobre todo hoy, que sois llamados a vivir los dolorosos momentos en que parece que mi Adversario domina en el mundo, derramando en el corazón de los hombres su veneno mortal.* Frente a tanto sufrimiento, que no se puede calmar, a tan gran esclavitud, que no se puede quebrar; a situaciones de injusticia, que no se logran enderezar; a peligros de guerras, que no se pueden detener; a amenazas sangrientas, cada vez más violentas, en esta Noche Santa, he aquí el mensaje que brota de mi Corazón Inmaculado, como esperanza y consuelo para todos: No temáis: Dios está con vosotros* Así como el Verbo del Padre se sirvió de mi humilde asentimiento para su primera venida entre vosotros, en la fragilidad de su naturaleza humana, así ahora mi Hijo Jesús se sirve de mi anuncio profètico para preparar su segunda venida en gloria entre vosotros. No temáis, hijos expuestos a tantos peligros. ¡Con el triunfo de mi Corazón Inmaculado se manifestará a vosotros en su glorioso Reino de Amor y Paz!»